Opinión | Para empezar

Ibiza ya es Dubái, o Qatar, o...

Ibiza ya es Dubái. Quien dice Dubái dice cualquiera de las grandes ciudades, mecas del lujo y la desigualdad de los Emiratos o Qatar. No tenemos rascacielos ni desierto ni centros comerciales mastodónticos en los que huir del calor ni islas artificiales en las que se levantan más rascacielos de lujo... No tenemos todo eso, pero dadle tiempo. Y no mucho. Porque en esta isla la realidad corre más que las distopías y lo que hoy nos parece una película de ciencia ficción, algo irreal, en unas horas nos atropella.

Hace unos años algunos nos llevábamos las manos a la cabeza al ver cómo se promocionaba el ultralujo en estos rincones del planeta que pretenden ser los destinos turísticos favoritos de quienes sueñan con toneladas de caviar, duermen en sábanas de seda, usan el jet privado para ir a comprar el pan (perdón, para que uno de sus sirvientes les compre el pan), se gastan en un bolso lo que gana un trabajador en varios años y presumen de degustar cada día carne o pizza con oro puro mientras los trabajadores vivían en la versión Lawrence de Arabia de las fabelas.

Todo esto, el ultralujo, no nos pilla de nuevas. El menú más caro del mundo, más hoteles de cinco estrellas que nunca, un yatazo tras otro en el puerto, el restaurante que vende más caviar, pisos y más pisos de alto standing (aunque parezcan colmenas), mansiones turísticas a 17.000 euros la noche, millonarios de todo el planeta usando el jet privado para venir a disfrutar de una noche de fiesta...

Y, mientras... Sí, como en Dubái, en Qatar y en cualquier otra ciudad de los Emiratos, donde los alrededores de las ciudades se llenan de asentamientos chabolistas, en Ibiza en cualquier rincón brotan poblados de caravanas, furgonetas, tiendas de campaña e infraviviendas construidas con una lona y varios palets. Hace nada muchos miraban hacia el este con suficiencia, pensando que Ibiza era diferente, que aquí no se llegaría a eso. Ya lo decía al principio: aquí las distopías tienen las patitas muy cortas. Y la realidad, la zancada de Usain Bolt.

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