Opinión | Tribuna

Rebeldía no, estupidez sí

De todo lo que está pasando en la política española, al margen de la pelea Trump-Musk (que entra en el catálogo de grandes esperpentos) Me estaba cuestionando si salir a la palestra de viejo en esto de la política, con democracia entra. La corrupción a gran escala (léase con repercusión en medios nacionales) o la cutre y salchichera (con mención en radios locales y podcast de antiguos influencers) ha existido, existe y existirá, por mucho que se apliquen medidas coercitivas y se prediquen moralinas de comportamiento institucional. La pela es la pela, dicen los catalanes y eso de vivir por encima de nuestras posibilidades es condición humana. Sobre todo cuando se trata de meter mano a la caja general del estado presuponiendo que a lo mejor ni te pillan. Oficio que a mi modo de entender es más viejo que el más viejo de los oficios (no hace falta aclararlo). Ejemplos los hemos tenido todos, unos de cuatro chavos, otros de mediopensionista, algunos ya de cuantía a tener en consideración y un largo etc, que todos hemos leído y visto en los medios afines (cuando el trilero es el de allá). Los medios públicos dependen del inquilino de la Moncloa. Ahora, lo de los ERE de Andalucía, que pasan de 700 millones de €, es una simple anécdota en el sector progresista de los medios allegados a Sánchez, y el defraudador de 375 mil € abre un telediario de la primera (se necesita taparse la nariz para que no huela). Me refiero a lo del novio de Ayuso.

Otro tema es la utilización de instituciones del Estado al servicio de una causa político particular, para esconder vergüenzas o difundir bulos y dañar al adversario. También hemos tenido claros ejemplos que afortunadamente están viéndose en los juzgados. Lo de las comisiones de investigación en las Cortes y otros parlamentos de los de casa, a modo de divertimento de sus señorías y en cierto modo salir por la tele, de poco o nada sirven.

El discurso construido por el PSOE sobre el tema Leire y la UCO es penoso. Patxi con cara de circunstancias tratando de echar balones fuera hasta que pite el árbitro. Es un intento de ocultar una praxis que se ha institucionalizado, llamémoslo cloacas del Estado, y que se utiliza según las preferencias políticas o simplemente un concepto erróneo de la obediencia debida. Ya sea en la operación Kitchen, la trama Catalunya o Leire, cualquiera de ellos y los otros. La contundencia en su castigo debería ser ejemplar tanto por vía política como jurídica. El problema de poner en marcha medidas correctoras llega cuando están implicados los encargados de crear las medidas correctoras (no todos están en posesión de la primera piedra).

Pero lo que me ha decidido a ponerme delante del ordenador ha sido la Conferencia de presidentes en Barcelona. Se sabía que estaba condenada al fracaso, que iba a ser un remedo para intentar minimizar en prensa el caso Leire o el mismísimo «democracia o mafia» del señor Feijoo un ocho de junio (con la que está cayendo) antes de la final de trofeo ibérico (no confundir con pata de jamón Jabugo o Guijuelo) contra nuestros vecinos, pero en Alemania, o lo de Alcaraz en París. Lo que debería ser una reunión de responsables con final feliz se ha convertido en un ring donde las normas pasan a ser secundarias y el todo vale para cargarse el adversario se convierte en la acción de Oro. Si como todo eso no fuera poco a estas alturas del partido. La señora Ayuso, haciendo uso de su condición de baronesa de Chamberí en la verbena de la Paloma, se pone estupenda y amenaza (lo cumple) con abandonar la reunión cuando le hablen en euskera, catalán u otros idiomas que no sean el castellano. Me recuerda a aquellos fieles servidores del régimen que te ord». Como si el imperio no se acabara en Ceuta y Melilla. Triste escena cuando la rebeldía se convierte en estupidez y lo serio se devalúa ante las acometidas de la ignorancia. ¿Qué le vamos a hacer? Nos preguntamos. «D’on no n’hi ha, no en raja», dice el refranero catalán y con más razón que un santo. ¿Dónde queda la credibilidad de una clase política que tiene la misión de administrar una ciudadanía que de un tiempo a esta parte busca cobijo en mensajes populistas? Así nos va.

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