Opinión | Para empezar
Allí donde acaba el show de Truman
Truman surca el mar subido a su velero. No tiene ni idea de a dónde se dirige, pero lo hace con una sonrisa triunfante. Cierra los ojos y deja que la brisa le acaricie la cara. Por primera vez en su vida se siente libre y muy pronto chocará, literalmente, con una realidad que ni siquiera llega a atisbar. Su barco se estrella con el decorado que ha funcionado como trampantojo durante toda su vida. Pega unos cuantos puñetazos de rabia, pero enseguida se calma, se pone a caminar y encuentra unas escaleras por las que escapa después de hacer una reverencia sarcástica. La ficción ha acabado y empieza su vida real.
El cielo es azul, el agua es azul, el mundo entero es azul. Así es navegar por alta mar cuando todas las tonalidades son similares, precioso y agobiante. Esa visión te puede aplastar por completo en un día melancólico. Dónde acaba el agua, dónde empieza el horizonte, qué criaturas viven ahí abajo, quién ha creado todo esto. Pero solo es una sensación pasajera, un dejarse mecer, un momento de fuga antes de volver a sentir cómo se acomodan los músculos sobre la confortable butaca del ferri que cruza el canal de Ibiza.
Ellos no pueden. Ellos viajan a ras de agua, hacinados en una chalupa donde el mar les salpica la cara. Igual que Truman, se han lanzado a la aventura con emoción e incertidumbre, decididos a arriesgarlo todo por una vida real, donde la prosperidad no sea solo una palabra hueca, sino un horizonte auténtico, preñado de promesas realizables. Muchos ni siquiera llegan a chocar con la pared del decorado, en este caso con las costas españolas, o lo hacen convertidos en cadáveres por la dureza de la travesía. Imposible saber cuántos lo intentan sin éxito.
Los que llaman invasores a estas personas no han necesitado nunca ni la mínima parte del valor que ellos sí demuestran. Nadie se atreve a poner en cuestión los motivos ni el arrojo de Truman. Pero las ideas bonitas para el cine, en el mundo real que nadie ponga sus sucios pies negros en nuestras playas. Solo faltaría, vamos hombre
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