Opinión | Para empezar

En Ibiza ya somos medievales

Tanta algarabía por cuatro días de viaje al Medievo en Ibiza cuando, en realidad, ya estamos en él. ¿No me creen? No se preocupen, que ahora yo se lo argumento.

La basura campa a sus anchas por las calles y paseos de la isla. Y por el campo. Y hasta el mar. Estamos en pleno siglo XXI, pero, de momento, no se ha inventado nada que fulmine los desechos. Y los humanos se siguen comportando como en tiempos del rey Pelayo, dejando sus desperdicios allí donde les pilla. Papeles al suelo aunque haya una papelera a sólo tres metros, playas llenas de colillas, montañas de escombros, muebles y electrodomésticos en cualquier recodo del bosque, chorreantes bolsas de basura fuera de los contenedores... Sólo hemos avanzado en una cosa: las aguas menores y mayores ya no se arrojan por las ventanas. Eso sí, es habitual ver a humanos aliviando las vejigas (y las pasiones) en plena calle y a la vista de todos.

Nos creemos muy modernos con nuestros smartphones, volando de punta a punta del mundo en apenas unas horas, videollamándonos, teletrabajando... Pura fachada. A pesar de la purpurina, la mayoría seguimos siendo siervos de un nuevo feudalismo en el que nos dejamos los higadillos para que se sigan enriqueciendo nuestros nuevos señores: los bancos o los caseros. Ambos igualmente despiadados y con un hambre voraz de maravedíes. Los poderosos son cada vez más poderosos, hacen ostentación de sus riquezas, y los pobres, cada vez más pobres. Sus bufones ahí siguen, tantos siglos después, riéndoles las no gracias y temiendo que, si dicen la verdad, les manden a la picota. O algo peor.

Esclavizados, nos consolamos con justas, trovadores. De todos ellos vamos bien servidos. Por suerte y por desgracia. Depende del día. Reímos y olvidamos la miseria que coloniza cualquier rincón. Ni trabajando de sol a sol alcanzan los vellones de la faltriquera para un techo digno.

Y mientras el pueblo agoniza, ¿a qué se dedican los gobernantes? A sus justas y juegos de tronos.

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