Opinión | Para empezar

La peligrosa globalización

La globalización, que ha unido al mundo hasta puntos impensables hace escasas décadas para convertirlo en prácticamente un patio de vecinos mal avenidos, tiene un peligro tremendo. Ya sea en las comunicaciones, el transporte, el turismo, la industria o la energía. En este último caso, una red nacional y global, conectada a Europa, se cayó por completo y pasó a ‘cero’ por causas que una semana después todavía se desconocen. Un gran apagón que nos ha sorprendido a todos menos a varios expertos que ya anunciaron hace meses que algo así podía ocurrir.

Sólo las islas de los dos archipiélagos españoles quedaron a salvo. ¿Por qué? Por disponer de un sistema propio, local, de generación y distribución mediante la conexión por cables submarinos. Recuerdo que en una entrevista que en mayo de 2021 le hice en Ibiza, Beatriz Corredor, presidenta de Redeia, la matriz de Red Eléctrica, glosó las bondades de la interconexión de las islas con la península para «garantizar» el suministro, aunque ya entonces apuntó: «Pero siempre tendrá que haber una instalación de respaldo al cable». Esto es, bien por la globalización pero ojo, que hay que ser autosuficientes.

Se refería a la central de Endesa, que todos esperamos ver caer desde hace años pero que, visto el desparrame energético, es una bendición que esté operativa... por si las moscas. «Con los cables [la central ibicenca] dejará de funcionar, pero que se desmantele o no, no depende de REE». Corredor dixit, pero mejor dejarla como está, símbolo de otros tiempos y garante de los actuales, qué contradicción.

Y después de la sorprendente ‘desaparición’ del 60% del consumo en segundos, el miedo a un apagón en internet aumenta. ¿Se imaginan estar dos o tres días sin conexión? ¿Y si de repente cae la red de transportes, podríamos vivir unos días con la producción local? ¿Y el turismo? Si nos quedamos incomunicados, nuestra economía desaparecerá como esos 15 gigavatios. Y en cuanto a la vivienda, la clave no está en construir más sino en recuperar la que sólo se abre en verano y al mejor postor. El medio ambiente agradecería que, por una vez, tirásemos de sentido común. Echo en falta el ‘renacer’ del planeta durante la pandemia, cuando el virus, nosotros, estuvo confinado tres meses.

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