Opinión | Tribuna
De bebidas energéticas y platillos volantes
En estos días de zozobra internacional por las amenazas, aranceles y bufonadas de quien se cree el amo del mundo, capaz de aludir públicamente a otros dirigentes mundiales como gente “que le besa el culo”, cuesta sentarse ante el ordenador y escribir sobre localismos. Sin embargo, éstos representan las cuestiones que más directamente nos afectan; al menos, hasta que nos alcance la oleada inflacionista que acabarán provocando los arrebatos de megalomanía de Donald Trump.
Toca, por tanto, hablar de identidad y de aquellos elementos de nuestro patrimonio que jamás deberían ponerse en venta y que, sin embargo, prostituimos por cuatro céntimos. La idea de instalar un enorme cartel publicitario con la marca de una bebida energética en el portal de ses Taules, el elemento más icónico de las murallas renacentistas, constituye un disparate de tal calibre que sorprende que haya podido ser autorizado por políticos y técnicos, que además han tratado de justificar la metedura de pata con pobres argumentos.
Esta burda contaminación del recinto amurallado constituye un precedente nunca visto que jamás debería volver a repetirse. Ocurrió durante la celebración de una prueba deportiva que convirtió Dalt Vila en un circuito de obstáculos, tanto para los participantes, como para los vecinos y turistas que transitaban por el barrio. En el interior del rastrillo, por ejemplo, hubo que esquivar una enorme plataforma y, cuando coincidía que por allí andaba un guía turístico con un grupo de viajeros, la estrechez impedía circular con normalidad.
Hace dos domingos, sin conocer lo que se estaba cociendo en Dalt Vila, acompañé a unos amigos foráneos a dar un paseo por la ciudad amurallada y hasta nos impidieron el paso por la rampa que asciende al baluarte de Santa Llúcia. En los días posteriores también se cerraron los túneles de acceso a Dalt Vila desde es Soto. Una cosa es emplear circunstancialmente el patrimonio como escenario de pruebas deportivas, eventos musicales, etcétera… Pero nunca se debería de permitir que éste se desvirtúe, atentando incluso contra el fin principal con que se promociona: la posibilidad de conocer y pasear por un recinto histórico que es Patrimonio de la Humanidad y que, por tanto, merece ser respetado al máximo.
El Institut d’Estudis Eivissencs ha calificado este despropósito como “un menosprecio a nuestro patrimonio” y “una vergüenza y humillación para todos los ibicencos”. La oposición socialista, asimismo, ha denunciado que se han incumplido las ordenanzas municipales, que prohíben expresamente la actividad publicitaria sobre elementos históricos.
Desde el Ayuntamiento, alguien sin identificar, cosa que resulta incomprensible, pues entre el cometido de nuestros gobernantes está el dar la cara por las decisiones tomadas, ha esgrimido que colocar un anuncio sobre el portal de ses Taules “no es ligar el patrimonio a una marca”. Falso. Es precisamente eso. La misma personalidad anónima ha argumentado que ya se colocan anuncios en otros eventos que se celebran en Dalt Vila, como, por ejemplo, el IMS. Sin embargo, no es comparable poner el logotipo de un patrocinador en un escenario que hacerlo sobre el principal icono de la ciudad amurallada. Basta con observar la reacción popular de indignación y repulsa que ha provocado dicha acción. Nadie ha querido confirmar, por cierto, si el Consistorio ha cobrado por ello y cuánto, o si, por el contrario, ha sido gratis.
Dicha acción, además, se contradice con las exigencias realizadas por el Consell Insular d’Ibiza a la dirección del aeropuerto, que, por cierto, no ha hecho el menor caso, de limitar la publicidad de discotecas en la terminal para no dar la sensación de que Ibiza sólo es fiesta. Realizar tal petición, para que luego una institución gobernada por el mismo partido autorice la instalación de logotipos sobre una muralla de casi cinco siglos de antigüedad, constituye un insulto a la inteligencia de todos los ibicencos. ¿Qué será la próximo? ¿El anuncio de una fiesta en la torre de la Catedral? ¿Bordar el logotipo de una marca de cervezas en las barretinas de los integrantes de las peñas de ball pagès?
El desmadre publicitario que hay en esta isla, con las vallas de las carreteras, anuncios que cubren fachadas enteras de edificios y el despropósito creciente del aeropuerto insular, no sólo no se ha frenado, sino que campa a sus anchas y se expande, contribuyendo a esta sensación de isla saturada que nos asfixia. Ahora mismo, por ejemplo, la isla parece a punto de ser invadida por fuerzas alienígenas que llegan a bordo de platillos volantes. Hasta han colocado uno en la plaza de mi pueblo.
No hay mayor pecado que la falta de respeto y amor propio hacia la cultura que nos identifica como pueblo. En Ibiza estamos hartos de que no se arreglen los problemas estructurales que padece la isla y el colmo es ver cómo nuestros responsables políticos encima crean otros nuevos.
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