Opinión | Tribuna
Licitadores buitre
En aras de una supuesta excelencia en la gestión y para evitar las corruptelas y los amiguismos que entrañan las contrataciones a dedo, se ha impuesto en el sector público la obligatoriedad de adjudicar la prestación de servicios recurrentes mediante licitaciones. Estos procesos suelen incrementar, a menudo, los costes para las arcas públicas y acaban resultando fraudulentos o, como mínimo, rebajando radicalmente la calidad y la utilidad para lo que fueron concebidos. Suele ocurrir que ganan ofertas que rozan lo temerario y que proceden de empresas foráneas, sin vínculos ni conocimientos sobre la idiosincrasia pitiusa, pero acostumbradas a pujar por encima de sus posibilidades reales y transitar con soltura por el farragoso laberinto burocrático que representan estas contrataciones.
Ésta es una de las varias razones por las que, lamentablemente, el Club Náutico Ibiza se ha visto abocado a celebrar su centenario expulsado de su sede. Lo apeó un licitador foráneo que acudió al concurso para gestionar estas instalaciones portuarias de manera temporal, gracias a un cúmulo de compromisos que ahora, según ha denunciado la Asociación de Amarristas del CNI, presuntamente se quebrantan de manera sistemática. Fueron muchos los que ya lo anticiparon desde el principio.
Los amarristas han aportado c0mo prueba sendos informes realizados por una empresa catalana de detectives y un ingeniero de caminos, canales y puertos contratados a tal efecto. Entre otras lindezas, se denuncia el incumplimiento de dar cabida en los antiguos pantalanes del CNI a esloras mayores de 15 metros, comercializar a embarcaciones transeúntes más del 15% de los amarres, no presentar a tiempo el proyecto de ejecución de las inversiones previstas, no iniciar las obras de mejora comprometidas y no impulsar las actuaciones ambientales planificadas –placas fotovoltaicas, sensores de hidrocarburos y hasta una plantación de mejillones para mejorar la calidad del agua–, ni las certificaciones de gestión. Asimismo, tanto la oferta deportiva como formativa y de regatas no se ha ejecutado en los términos comprometidos en la oferta de licitación. Como ejemplo, no hay una competición de vela en el horizonte, al menos según consta en la página web de Port Nàutic.
Dice la Autoridad Portuaria de Balears, responsable del puerto, que la empresa adjudicataria, Puertos y Litorales Sostenibles SL –aunque suene a broma de mal gusto, ese es su nombre–, está en proceso de alegaciones para responder a los expedientes de información y actuaciones previas que se han abierto por estos supuestos incumplimientos. Veremos el resultado de las pesquisas, pero lo habitual es que, en demasiadas ocasiones, las irregularidades nunca lleguen a penalizarse con contundencia y las empresas que ganan los concursos a base de prometer cuestiones que luego no se cumplen se acaben llevando el gato al agua.
Otro ejemplo bien ilustrativo lo encontramos en la promoción turística en las redes sociales que desarrolla la marca Ibiza. Sin entrar a valorar los tópicos en que puedan incurrir dichas publicaciones o su naturaleza enlatada, hay que hablar de incumplimientos flagrantes. El más obvio es que desde los perfiles que representan nuestra imagen turística se haya dejado de publicar en inglés o en otros idiomas extranjeros, reservándose todo al castellano y sin hacer siquiera algún que otro guiño a nuestra lengua autóctona. Ello pese a que en la licitación se menciona expresamente que, como norma general, se tienen que difundir los contenidos en castellano e inglés. Que una isla como Ibiza, a la que acude una gran mayoría de turistas extranjeros, no ofrezca contenido alguno para todo ese público potencial, resulta injustificable.
En algunos perfiles de promoción turística de los ayuntamientos, cuando han estado en manos de empresas foráneas que han licitado de manera casi temeraria, incluso se han llegado a publicar imágenes de otros lugares como si fueran la isla, platos ibicencos que en realidad son originarios de otras tierras y todo tipo de informaciones y datos erróneos, que demuestran un profundo desconocimiento de la isla.
Obviamente, la contratación a dedo no es la solución, pero tampoco el formato de licitaciones que se emplea hoy en día y que, de alguna forma, obliga a las administraciones a deslocalizar estos servicios, concediéndoselos a compañías externas que desconocen y son incapaces de asimilar el componente social, cultural y tradicional que se requiere para dichos servicios.
Habrá, por tanto, que encontrar opciones intermedias y así evitar que se beneficien de esta coyuntura únicamente aquellos que no tienen escrúpulos a la hora de inventar, hinchar, prometer y aprovecharse de la falta de medios inherente a las administraciones para controlar el cumplimiento de los compromisos adquiridos y, en consecuencia, no perjudicar a quienes licitan de forma ética y realista.
En el caso del Club Náutico Ibiza, es evidente que no se puede gestionar una instalación de náutica deportiva sin una gran masa social detrás, que dé vida a sus infraestructuras. De lo contrario, los únicos pantalanes sociales que quedan en el puerto se acabarán consagrando exclusivamente a la especulación.
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