Opinión | Tribuna
Mare Mortuum
En mis paseos matutinos me encanta ver el mar. A veces con una bravura impresionante, capaz de llevarse todo lo que encuentra por delante; otras en calma total, con el reflejo del sol rompiendo la oscuridad de la noche; o meciendo suavemente las olas hasta la arena fina que parece alfombrar la playa. A veces lo miro con miedo, y pienso: «No me gustaría nada encontrarme con un cuerpo sin vida flotando en el mar». Parece un absurdo, pero no lo es.
Este año han sido hallados 15 cuerpos sin vida en la costa balear. Hemos convertido el Mare Nostruum en el Mare Mortuum. Por muchas veces que lo repitamos, no debemos dejar de decirlo y quedarnos con los brazos cruzados. Creo que lo peor que podemos hacer es resignarnos ante las situaciones injustas y pensar que esto es lo que hay, qué le vamos a hacer. No podemos permanecer indiferentes ante estos dramas humanitarios y además hacer creer que ellos son los malos, los que arriesgan sus vidas en pateras para encontrar una vida más digna. Los culpables son las mafias, los que se lucran a costa de poner la vida en peligro de nuestros hermanos. Las culpables son las autoridades que muestran su indignación pero no ponen solución. Y somos nosotros si no levantamos la voz y nos resignamos a «esto es lo que hay. Familias rotas, madres que no saben dónde están sus hijos porque posiblemente estén en lo más profundo del mar o golpeando las rocas de alguna de nuestras maravillosas calas. El silencio por respuesta. Son muchos los dramas humanos que vivimos continuamente y corremos el riesgo de creernos que no hay nada que hacer. Este año es el año jubilar de la Esperanza. El Papa Francisco insiste en no perder la esperanza. En la bula convocatoria del Jubileo, recuerda: «No pueden faltar signos de esperanza hacia los migrantes, que abandonan su tierra en busca de una vida mejor para ellos y sus familias. Que sus esperanzas no se vean frustradas por prejuicios y cerrazones; que la acogida, que abre los brazos a cada uno en razón de su dignidad, vaya acompañada por la responsabilidad, para que a nadie se le niegue el derecho a construir un futuro mejor (n. 13)». La respuesta pasa por buscar rutas de entrada seguras y legales, en lugar de políticas migratorias cada vez más restrictivas y por no permanecer indiferentes ante estos dramas.
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