Opinión | Para empezar
Ojo con Fuenteovejuna desatada
¿Quién mató al comendador? Fuenteovejuna, señor. Ojo con los estallidos de furia populares para «hacer justicia» y dar su merecido a quien, según la multitud, ha cometido algún desmán. Ojo con aplaudirlos, por muy cargados de razón que estén. Es muy fácil prender la mecha de la indignación vecinal y muy difícil apagarla y contener la violencia. La ira popular desatada es inmanejable y un problema muy grave, pues es la consecuencia de la pérdida de confianza en el sistema, que no da respuesta a las exigencias para mantener la convivencia y la paz social. Porque el viernes fue una casa okupada, desalojada por las bravas tras la pasividad de la Guardia Civil y la Policía Local mientras los okupas cambiaban tranquilamente, en la calle, la puerta de la vivienda, una escena que causó estupor generalizado. Mañana puede ser el linchamiento de algún joven que se parezca al okupa o simplemente sea de su mismo origen. Pasado, la persecución de alguien acusado en redes de haber robado o violado. El viernes pudo haber ocurrido una desgracia, pues un okupa regresó a la casa y se enfrentó a decenas de personas enfurecidas, algunas de las cuales intentaron agredirle. Si el escrache ciudadano se hubiera saldado con heridos o muertos, los políticos que ahora lo aplauden con tanto entusiasmo, como el alcalde, ¿dirían lo mismo? ¿Seguirían animando a la gente a tomarse la justicia por su mano porque consideran, de forma irresponsable, que falla el sistema? Con esta actitud y comentarios tan imprudentes e incendiarios, están provocando un daño terrible a la imagen y el prestigio de pilares fundamentales del Estado de derecho, como la Justicia, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, las Administraciones y la propia política. Si algunos responsables políticos animan a la gente a resolver por su cuenta los conflictos, entonces que se retiren, ya que ellos tampoco sirven. Y que se preparen. En la obra de Lope de Vega, símbolo de lo que puede ocurrir cuando el sistema no responde ante una injusticia manifiesta y cunde la indignación popular, es el comendador el que acaba siendo víctima de Fuenteovejuna. Del pueblo.
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