Opinión | Desde la Mola
Ayer o antes de ayer
El objetivo era que la verdad fuera la verdad y la mentira, la de las patas cortas
La calçotada (comida a base de cebolletas tiernas) es una fiesta gastronómica catalana que empieza a exportarse a otros lugares (dice la IA que en Toledo es donde se produce mayor cantidad de calçots) Estas cebolletas, una vez asadas a fuego “vivo” son consumidas manchándose los dedos y mezcladas con una salsa conocida como “romescu” (entiendo que ustedes ya saben a qué me refiero sin tanta explicación) Puestos en escena. Aquí en la frontera de es Caló y la Mola, organizada por Tony Mayans de Can Pascual, se organiza una de “padre y señor mío” con calçots autóctonos de Ca Nabet. Con ser referencia por los “cocineros” y la asistencia no es objeto de este artículo. Tampoco lo es, en “stricto sensu” la singularidad gastronómica. Todo hay que decirlo se complementa con costillas de cordero, butifarra, blanca y negra (morcilla) Es que la brasa da para eso y más. Todo regado con vino, normalmente “perrelleiro” y gaseosa a la sazón. Siempre que uno no quiera ser exquisito y se destapen excelentes vinos, además del payés, cuando la cosecha da. Pero yo quería referirles aquí, que la calçotada sirve también para encuentro de pandillas de diferentes edades o, como en este caso, de “viejas glorias” de la tele de entonces, cuando estábamos en el tránsito hacia la consolidación de nuestro régimen democrático. En un aquelarre de “abuelito cebolleta”, no lo digo por similitud al producto de la huerta. Empiezan a surgir aquellas aventuras (impublicables ayer) de juventud comprometida con la lucha antifranquista y que ahora, setentones todos, nos orgullecen como si fuéramos héroes en el frente de una guerra (nadie dijo que no fuera cruenta) pero que tenía más de tablero ideológico que de “lucha sin cuartel”. Las referencias al mayo del 68 como icono de un cambio de estructural de nuestra sociedad. La utopía irrealizable como base para la igualdad (no se llegó a cumplir nunca) y un suma y sigue que nos llevaba a una tele dominada todavía por el miedo a la sombra “alargada” del antiguo régimen. Donde nos permitíamos licencias, casi clandestinas, para abrir un tránsito hacia la libertad de expresión donde se pudiera hablar de todo. Mediatizados, sí. Pero con el objetivo en que la verdad fuera la verdad y la mentira, la de las patas cortas. Eran otros tiempos. Ahora estamos en la época de los “matices”, donde una noticia llega al lector, al oyente o al espectador con algún que otro disfraz. No me queda más que decir aquello tan gráfico de “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.
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