Opinión | Tribuna
Ni guerreros ni héroes: enfermos
Nadie habla de lucha cuando se trata de Parkinson, ELA, hemiplejia
Hay temas sobre los que no apetece tratar porque son feos, e incómodos, porque duelen, y por eso pasamos sobre ellos de puntillas. Temas como las enfermedades, la muerte, el dolor o las pérdidas. Pero es que esas cosas son, irremediable e inseparablemente, parte de la vida, y por ello hay que enfrentarlas, aun sin ganas.
Y hoy tengo que hablar de algo que, por desgracia, es cada vez más habitual en todas las familias: el maldito cáncer. Todos tenemos familia, amigos o conocidos que están ahora mismo enfermos con esta dolencia. Y digo enfermos por no hablar de esa cosa que algunos entienden como batalla, como pelea o lucha. Porque no oigo a nadie hablar de lucha cuando se trata de Parkinson, ELA, hemiplejia o insuficiencia cardiaca. Parece que los enfermos de cáncer tienen que estar dotados del súper poder de la lucha y la resistencia, como si dependiese de ellos curarse. Y encuentro que eso es profundamente injusto, porque si logran sanar (si la medicina les cura) son campeones y, si no, es que han perdido una batalla.
Es poner la responsabilidad de su recuperación sobre sus hombros. Imaginen la misma obligación sobre quienes padecen, por ejemplo, hemofilia o las consecuencias de un derrame cerebral, y que les digamos que no se curan porque no lo desean fuertemente, conspirando con el universo mientras aprietan muy fuerte los puñitos. Pues, si lo piensan, es lo mismo.
Cada cuerpo, cada dolencia, cada tratamiento, son diferentes. Y nadie es más valiente o más guerrero por superarlo o no.
En lo que sí tendríamos que estar todos de acuerdo es en la reprobación de quienes gastan un solo céntimo dedicado a curar el cáncer en algo que no sea estrictamente eso, curar el cáncer. Que los pacientes no necesitan que compres arte, que viajes a estudiar la belleza de las auroras boreales o que contrates a tu prima para dar conciertos en una embajada. Lo que precisan (y para eso aportamos todos los contribuyentes) es que haya más y mejores investigadores, laboratorios, médicos y hospitales, alojamientos para que los familiares acompañen, ayudas a quienes tienen que dejar de trabajar para tratarse…
Yo, como mujer, pediría además que se encontrase una fórmula para no tener que espachurrarnos los pechos de esa manera en la detección, porque tengo la idea de que, si los hombres pasasen por lo mismo en la exploración testicular, ya habrían descubierto otro método menos doloroso.
Y no, la pena de perder el pelo por el tratamiento no es una frivolidad: evidentemente se está buscando salvar la vida, pero no es tontería verte sin cabello, hinchada o con ojeras como un añadido (aun necesario) al malestar físico, al comprensible miedo por el desenlace de una enfermedad tan terrible, y a la incertidumbre de no saber en qué parte de las estadísticas terminarás apareciendo.
Ya ven, temas feos pero necesario.
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