Opinión | Desde la Mola

Me faltan grises

Eso sí, nos queda el derecho al pataleo, que es el bálsamo de los tontos

La semana de Carnaval supone un esfuerzo suplementario a los padres con niños escolarizados. Cada día un disfraz diferente, cada día la necesidad de la sorpresa. Cada día la exigencia de un juez, “el niño/a” implacable, que mide, sin piedad, la creatividad del progenitor para quedar a la altura (mejor si se puede) de los amiguitos y compañeros de clase. Para acabar en la gran rúa de este fin de semana, largo me dicen por aquello del 28 de febrero (sin ser bisiesto) y el 1 de marzo con traslado al lunes. El aspecto festivo de estos siete días no logra enmascarar, por mucho que lo intentemos, los problemas que sacuden a un mundo donde se ha roto la normalidad, ¿no tienen ustedes la sensación de que desde Trump los pájaros disparan contra las escopetas? USA vota a favor de Rusia en la ONU; la suerte de Ucrania la deciden rusos y americanos sin contar con los ucranianos y encima se permiten hasta decir que los invadidos habían provocado a los invasores (tela marinera). A veces (solo a veces) me pregunto que si todo esto es fruto de la IA mal entendida. Tampoco tengo respuesta porque mi relación con la IA no va más allá que alguna consulta sobre arte románico y algo de gastronomía (sustituyendo a las guías interesadas en que coma allí en vez de aquí), una pobre impresión frente a quienes la usan para cualquier cosa. Supongo que en un futuro me tendré que acostumbrar a preguntar sobre mis relaciones con los más lejanos, de los cercanos dejen que me cuide yo. Y a todo esto decirles que se nos muere el Papa (sí, el jesuita, que no es cualquier cosa). Toca cónclave con tres “autócratas” al frente de un mundo donde la anormalidad ha sustituido a los usos y costumbres consagradas por el derecho romano. La lucha por el poder en la Iglesia vendrá determinada por los “pasados” de los posibles papables o qué esconde cada elector (al tiempo). Mientras aquí, cosas domésticas, pero de enjundia: la decisión unilateral de la APB (¿no les suena lo de autocracia?) de cómo ha de ser el puerto de la Sabina, sin contar con la sociedad civil de Formentera, que se ha quedado como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando. Eso sí, nos queda el derecho al pataleo, que es el bálsamo de los tontos. La crisis de la residencia de ancianos (siempre la pagan los mismos) resuelta, dicen unos, y aplazada, dicen otros, y es que ni en Carnaval llueve a gusto de todos.

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