Opinión | Tribuna

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El pasado viernes en la Parroquia de Santa Cruz tuvo lugar el inicio de la campaña de este año de Manos Unidas bajo el lema «compartir es nuestra mayor riqueza». Después de la celebración de la Eucaristía tuvo lugar una pequeña representación del grupo teatral Pagueses emprenyades y de la actuación del coro Bravo y finalizó la velada con una cena simbólica, compartiendo un poco de pan con aceite, recordando a todos aquellos que no tienen sus necesidades básicas cubiertas en países en vías de desarrollo.

Durante toda la semana Roberto, de la entidad de Manos Unidas de Servicios centrales se reunió con profesores y alumnos de diferentes institutos, con chicos de catequesis para sensibilizar ante la necesidad de crecer en valores, ya que erradicar la pobreza consiste en el gran regalo de «compartir».

Vivimos en una sociedad donde unos pocos cada vez tienen más, mientras que unos muchos cada vez tienen menos. La gran riqueza que tiene el ser humano es la capacidad que tiene de compartir. Pero en el mundo cada vez más individualista en el que vivimos esta realidad se hace cada vez más difícil, empezando justamente por los que más tienen.

Cada año Manos Unidas presenta cifras de la pobreza y del hambre en el mundo y de los recursos que nuestra madre tierra es capaz de producir. De su mala distribución y de las necesidades de los más pobres del planeta.

Son muchos los proyectos que esta entidad de la Iglesia lleva a cabo en diferentes rincones del planeta, y una vez más está en nuestras manos colaborar. No solo económicamente, que es muy importante, sino también en nuestra manera de consumir, en nuestra manera de ser más sensibles a la hora de acumular cosas que no necesitamos. La erradicación de la pobreza y del hambre pasa por una mejor distribución de la riqueza y un consumo responsable de los bienes de la creación. Cuando unos pocos acumulan mucho, todo el planeta se resiente. Cuando unos pocos consumen desmesuradamente, la Casa Común es destruida. Y la destrucción produce todavía más miseria y más pobreza que denigra la dignidad humana, perdiendo nuestra condición de hermanos que, a su vez, no permite que seamos capaces de compartir y encontrar en el compartir la mayor riqueza.

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