Opinión | Para empezar

Los usureros de la vivienda nos llevan a la ruina

Los usureros de la vivienda en Ibiza no tienen miramientos. Tampoco con los empresarios que alquilan pisos para sus trabajadores como única solución para poder tener personal. Una empresa de autobuses paga más de medio millón al año en viviendas para empleados durante la temporada: 2.000 por un piso de dos habitaciones, 3.000 por uno de tres, según contó su responsable en Radio Ibiza Ser. Lo tomas o lo dejas. Y cuando algunos caseros vean esas cifras, si ellos alquilan por debajo, las equipararán raudos. Si los otros se forran, yo más.

La situación es insostenible. Compromete la viabilidad económica de numerosas empresas: las que pueden pagar alquileres para conseguir trabajadores tienen sus cuentas lastradas por este enorme gasto; las que no pueden, no tienen cómo completar plantillas, lo que complica y hasta impide su actividad, y están sometidas a un desquiciante baile de personal.

Tal y como están las cosas, es urgente poner topes a los alquileres. Ya no es una cuestión ideológica de partidos políticos: es una cuestión de supervivencia. No podemos consentir que esta panda de sanguijuelas siga condicionando y poniendo en jaque a tantas empresas y hundiendo en la miseria a tantas personas. Sanguijuelas porque viven de sangrar la economía productiva: sacan el máximo provecho tumbados a la bartola, mirando cómo los demás se desloman para pagarles a ellos sumas desorbitadas.

No es suficiente con la lucha sin cuartel contra los pisos turísticos ilegales, aunque es una batalla imprescindible para devolver al mercado del alquiler residencial estas viviendas. ¿De qué sirve si luego estos especuladores ponen precios absolutamente disparatados tanto a empresas como a particulares? Es un auténtico abuso, una extorsión ante la que hay que plantarse de una vez. Estamos en febrero y en nada las empresas tendrán que organizar sus plantillas y se enfrentarán a los problemas de cada año, pero agravados, porque esto va a peor dado que estos rentistas no tienen ningún límite. Como tampoco lo tiene su inmensa ambición. Nos llevan a la ruina.

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