Opinión | Desde la marina

Parole, parole, parole

No se proponen medidas concretas, acciones efectivas a nivel local

Prácticamente todas las voces que se han oído en Fitur de promotores turísticos, empresarios, hoteleros y políticos, han coincidido en afirmar que si se mantienen las actuales tendencias y previsiones, nuestro país puede alcanzar en los próximos 5 años los 100 millones de turistas, con un riesgo de colapso más que probable si no se reorientan los flujos turísticos (desestacionalización), si no se controlan las avalanchas (menos y mejor turismo), y si ese turismo no se redistribuye geográficamente (dispersión), evitando con todo ello la concentración en los puntos calientes que ya soportan una excesiva sobrecarga. El problema que tenemos es que, sin acciones concretas, las palabras se las lleva el viento. Se describe la situación, se pronostica lo que puede pasar, pero nadie dice cómo hacer lo que se debe hacer. Nos quedamos en los parlamentos y declaraciones de los políticos que van y vienen, pero los problemas quedan, crecen y se multiplican. No se proponen medidas concretas, acciones efectivas a nivel local y dianas pragmáticas y factibles.

Cuando nos dicen que en el 2030 nuestra industria turística aparentemente indestructible puede descarrilar si, como se prevé, quienes nos visitan llegan al extremo de superar la población autóctona, podemos reírnos o cabrearnos, porque ese límite lo hemos superado en nuestras islas hace ya muchos años. En los julios y agostos los turistas ya cuadruplican la población residente que pasa de 160.000 habitantes a una ocupación estacional de más de 400.000. Hace tiempo que meamos fuera del tiesto. Corto y claro: Desestacionalizar y conseguir que el número de turistas no crezca descontrolado no son objetivos que nos vayan a solucionar en Fitur. Ni desde el Gobierno. Nadie nos sacará desde fuera las castañas del fuego. Sólo cabe apretarse los machos -Govern, Consells y consistoris- y tratar de reconducir la situación con sentido común. Basta leer estos papeles para ver que en nuestras pequeñas islas, en carencias y excesos, todos los días saltan las alarmas. Podemos seguir en Babia, pero las cosas pueden torcerse.

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