Opinión | Para empezar
El odio al otro 80 años después de Auschwitz
Un periódico en papel es un puzle con piezas de la realidad ordenadas. A veces la composición es tan inquietante y estremecedora como la del lunes: en una página, el 80 aniversario de la liberación del campo de exterminio nazi de Auschwitz, con una infografía sobre cómo funcionaba esta industria para matar de forma masiva, rápida y eficiente. En la siguiente página, el titular ‘Trump plantea «limpiar» Gaza y deportar a 1,5 millones de palestinos’.
En el acto de conmemoración, los pocos supervivientes del Holocausto que quedan alertaron del aumento de la xenofobia y la extrema derecha. También en Israel, el país creado para acoger a los judíos tras el genocidio nazi sin tener en cuenta a quienes ya vivían allí; el país que ahora está cometiendo atrocidades que están diezmando a la población palestina, condenada a un éxodo continuo, sometida a unas condiciones inhumanas.
Han pasado 80 años desde la liberación del símbolo del horror más absoluto, pero en nada han cambiado los mecanismos del odio. Odio hacia el diferente, el extraño, el extranjero, el pobre, el que quiere mejorar su vida, el que se sale de las cuadrículas de lo considerado socialmente ‘aceptable’ en un momento determinado. No hay nada más eficaz que acusar a esos ‘otros’ de todos los males de ese inconcreto ‘nosotros’. Tan antiguo como la propia historia de la humanidad. Primero se les deshumaniza mediante el lenguaje: usando palabras como ‘menas’, en lugar de niños y adolescentes solos, desamparados, sin protección de nadie. Es fácil quitar los rasgos humanos a los ‘otros’, negarles los derechos, señalarles como diana, atribuirles la responsabilidad de todas nuestras miserias y desgracias, y por tanto, no sentir hacia ellos ninguna empatía.
Pero pensemos por un momento en que son las circunstancias (siempre cambiantes) las que nos colocan en uno de los dos lados, o allí, con ese ‘ellos’ objeto del odio, o con ‘nosotros’. Y que cualquiera de ‘nosotros’ podemos convertirnos en blanco del odio ciego e irracional. Conviene recordar que fue el odio lo que creó Auschwitz.
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