Opinión | Desde la Mola

Don quiosco andante

Sobre la polémica en torno a los quioscos de Formentera

Supongo a don Miguel de Cervantes y su caballero andante observando las cuitas de los quioscos de Formentera en un ahora no, mañana sí y pasado mañana lo que diga la justicia. Después de las andanzas del concurso de marras, los resultados finales puestos en cuestión por «presuntas irregularidades», las falsas promesas de algunos, la ingenua «fe» en la praxis política de otros, los intereses económicos entre «claros y oscuros», los intentos de invalidar el concurso por cuestiones de difícil comprensión. Supongo que don Miguel estaría en disposición de escribir otro Quijote, en este caso inacabado, porque la cuestión no tiene visos de acabar y dejar descansar en paz al finado. El último renglón torcido se ha escrito este fin de semana por la vía de un comunicado del conseller no adscrito en el que denuncia una irregularidad en el cumplimiento del pliego de condiciones que «todos» aceptaron a la hora de concursar. Según dice (el pliego, me refiero) los quioscos deberán ser desmontados por un periodo de un mes entre el 15 de enero y el 15 de febrero por cuestiones medioambientales. El señor Córdoba tiene toda la razón a priori. Los quioscos no se han desmontado, como es obvio (ahí están). Otra cosa es la conveniencia o no de cambiar, incluso desobedecer los formularios.

A tenor de algunas opiniones de personas con alto grado de conocimiento en la materia «medioambiental» esta norma debería ser corregida por otra más laxa, como la de cerrar las puertas durante ese periodo prudencial (vamos, una veda activa de público de fin de semana, sea de aquí o de allá). Porque el proceso de desmontaje y vuelta a montar la instalación (al menos una semana por cada proceso) daría lugar a una invasión perjudicial de personas, maquinaria y materiales que sí sería una agresión en toda regla.

No voy a entrar en aquellos que aducen la posibilidad de que el mar haga alguna trastada en forma de temporal durante este tiempo de su desaparición paisajista. Viendo todas estas cosas es «normal» que se denuncie la «irregularidad» contractual, mientras que el político en ejercicio de sus funciones trate de modificar la norma y solicite una cautelar, a modo de Laporta, para que pueda estudiarse, donde corresponda, la conveniencia de «enmendalla y no mantenella». Alguien (sabio, me consta) dijo a mí los quioscos «ni fu, ni fa». No obstante, forman parte de la oferta turística en verano y local en invierno en un sistema económico básico para la isla. Negar su importancia es negar la mayor y a eso no me atrevo.

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