Opinión | Tribuna
Sin ellas no seríamos nada
El 40% de las enfermeras en nuestro país plantea abandonar su profesión
Una noticia publicada recientemente asegura que el 40% de las enfermeras en nuestro país plantea abandonar su profesión en los próximos diez años por razones diversas, si bien el 92,7% de las que planean abandonarlo alegan motivos profesionales, señalando el 55,2% que no hay suficiente personal en su lugar de trabajo para garantizar los cuidados que un paciente necesita. Es una noticia desalentadora, porque todo aquel que ha pasado por un hospital sabe de la importancia de estas mujeres y hombres que son ángeles de nuestra salud y bienestar en momentos en los que nuestra vida y mente quedan en sus manos y nuestra sonrisa es el reflejo de la suya.
Tenía 31 años cuando supe que esperaba dos bebés y pronto los ginecólogos me hicieron comprender que se trataba de un embarazo de alto riesgo y todo empezó a ser más complicado sin que nada llegara a serlo del todo y el día que las niñas nacieron los ginecólogos estuvieron a mi lado -Castán, Madani y Villacampa-, pero una vez mis hijas llegaron al mundo me quedé con ellas, con las enfermeras, que me enseñaron que el camino no iba a ser fácil, pero sí posible y me hablaron de las cosas importantes, de cómo no debía tener miedo y de qué forma esas niñas serían el sabor de las cosas necesarias y recuerdo nítidamente sus abrazos y ese sabor a casa cuando todo se desvanecía y había miedo sin luz y ratos de desvelo.
Años después, diez exactamente, mi padre fue diagnosticado de cáncer de próstata sin esperanza y si mi amor tiene un nombre que es el de Verónica Calderero, su oncóloga, quisiera recordar el nombre de todas esas mujeres que nos abrían la puerta de la habitación y saludaban y nos hablaban de las cosas cotidianas y nos hacían pensar que fuera el mundo seguía y eso, cuando la muerte acecha, es fundamental. Mi padre decía que eran sus ángeles y para él, que no era creyente, fueron sus ángeles con alas, llenas de verdad, libertad y sin ningún miedo y todo el cuidado cuando llegó el momento del adiós.
Tiempo después le tocó el turno a mi madre y entre sus vómitos de heces ellas volvieron a ser las que nos sacaron de todos los dolores y hace algo más de dos años un accidente me llevó de nuevo al hospital Miguel Servet y solo sé que el rostro claro y sincero de una enfermera me devolvió la esperanza cuando casi todo estaba roto. Ignoro su nombre, pero solo espero que las cuidemos porque nos cuidan de forma excepcional y sin ellas no seríamos nada. Nada.
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