Opinión | Para empezar

Fueron niñas y tuvieron sueños

Me ha puesto los pelos de punta el informe de la Interpol sobre las mujeres sin nombre asesinadas. Vuelve a pedir ayuda para identificarlas, como ya hizo en octubre. ‘La mujer que no estaba sola’, desnuda y maniatada en una habitación de hotel. ‘La mujer de la carretera’, cuyo cadáver presentaba numerosas heridas en el cuerpo y el rostro. ‘La mujer de rosa’, tirada en la cuneta. ‘La mujer del anillo en forma de búho’, a la que se sospecha dejaron morir, entre dolores y sin ayuda, cuando le explotó una cápsula con droga en el organismo. ‘La introvertida’, que encontraron ahogada flotando cerca del puerto de Santa Eulària con un bikini negro... 

Siete en España, 46 en Europa. La mayoría víctimas de una muerte violenta, e impune. Muchas, se cree, originarias de países suministradores de chicas, y ya vapuleadas en su joven vida, para las redes de trata y los puteros que las enriquecen. Cadáveres sin nadie que les llore, tal vez desaparecidas desde mucho antes para los suyos. Mujeres en una indefensión tan absoluta que además de la vida se les ha arrebatado la identidad, perdido hasta el recuerdo de quienes una vez pudieron amarlas. Convertidas en carne fresca para el disfrute de machos sin escrúpulos ni humanidad. 

Porque, como en el caso de la joven de Ibiza, arrojada al mar por los «clientes» adinerados de un yate después de hacer uso de sus «servicios», la prostitución planea sobre gran parte de estos feminicidios, que son solo la punta del iceberg de un catálogo de horrores tan silenciado en nuestra hipócrita sociedad como diáfano es para todos. Mujeres retenidas en infames clubes como esclavas sexuales y obligadas a satisfacer a decenas de hombres día tras día por encima del dolor y del asco, niñas prostituidas para deleite de viejos verdes que cuando los pillan ni siquiera llegan a pisar la cárcel, jóvenes trasladadas de una provincia a otra cual ganado. Abusos, pobreza, miedo, coacciones..., de tanto en tanto, alguna desaparición. Y no basta con ir tras las mafias. Los puteros, violadores de pago para estas mujeres que una vez fueron también criaturas que fantaseaban con qué serían de mayores, son la razón final de estos crímenes, el dinero que los recompensa, y los que se oponen a abolir la prostitución, sus cómplices.

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