Opinión | Tribuna

Trabajar menos para vivir mejor

Al inicio de 2025 parece indiscutible que el mundo se ha transformado sobremanera respecto a lo que fue el primer cuarto del siglo XX. Estas trasformaciones deberían conllevar cambios, como el de una jornada laboral que no se ha modificado en los últimos cien años. En este tiempo, se han incorporado a nuestras vidas numerosas herramientas que, en general, han hecho que modifiquemos hábitos, rutinas y maneras de afrontar situaciones cotidianas. Lo mismo ocurre en el ámbito del trabajo y de las relaciones laborales, reabriendo un debate que por antiguo y reiterativo, no deja de ser, una vez más, actual. No obstante, y ante la certidumbre de que todo ha cambiado, siguen existiendo argumentos que, lamentablemente, se han mantenido en el tiempo, aunque la evidencia haya demostrado que no eran ciertos hace cien años y que ahora, por repetitivos, tampoco lo son.

La Gaceta de Madrid del 4 de abril de 1919 publicó el Real Decreto que establecía la jornada ordinaria máxima legal en 8 horas diarias o 48 horas semanales. Este logro no fue gratuito para las personas trabajadoras, fue fruto del sacrificio de los empleados de La Canadiense, quienes estuvieron meses en huelga, sufriendo la incomprensión e indiferencia del empresariado de la época, con argumentos similares a los utilizados en la actualidad.

Ya en democracia, y bajo el gobierno de Felipe González Márquez, en junio de 1983, se produjo un nuevo avance de una jornada ordinaria máxima de 40 horas semanales. Este logro tampoco fue fácil, ya que supuso los primeros enfrentamientos entre la UGT dirigida por Nicolás Redondo, CCOO, Gobierno, y CEOE. Entonces, Joaquín Almunia estaba al frente del Ministerio de Trabajo, y la CEOE estaba dirigida por Carlos Ferrer Salat, que ya entonces hablaba del coste empresarial, la incidencia en la creación de empleo, la reducción de salario proporcional al tiempo de trabajo reducido, y otros razonamientos similares a los que se dan en este nuevo siglo.

El tiempo ha demostrado que la negociación, el acuerdo y la colaboración entre todos los agentes sociales nos ha hecho avanzar como sociedad y ha mejorado la vida de las personas trabajadoras, el rendimiento y el beneficio empresarial. Esto ha llevado a España al número 15 del mundo en términos macroeconómicos y a que el prestigioso semanario británico The Economist sitúe a nuestra economía como la primera en el año 2024, algo que es fruto del esfuerzo conjunto de las personas trabajadoras y los empresarios y empresarias.

Bien es cierto que estos excelentes datos macroeconómicos son insuficientes para hacer desaparecer las desigualdades y dificultades de las personas trabajadoras, que sufren nuevas carencias por la carestía de la vivienda o los elevados precios de la cesta de la compra. Además, es razonable y justo que en tiempos de bonanza y buena marcha de la economía, la redistribución de la riqueza sea equitativa entre todas las partes.

Hoy la discusión gira en torno a reducir la jornada laboral y dar un paso más en la calidad de vida de las personas trabajadoras. Se busca que puedan conciliar su vida familiar, disfrutar de su tiempo libre, ver crecer a sus hijas e hijos, estudiar, hacer deporte, ir al cine, leer o simplemente descansar.

Resulta paradójico escuchar a los representantes empresariales decir que «los trabajadores piden hacer más horas, necesitan más ingresos para subsistir en Ibiza y Formentera». El máximo representante empresarial debería considerar que el salario que reciben es insuficiente y debería adaptarse a la economía insular. Si el sueldo no llega para vivir, algo falla, y la solución no es trabajar más horas a costa de la salud y bienestar de las personas trabajadoras.

A nuestro juicio, es una equivocación, que el transcurso del tiempo y los hechos desmienten, volver a escuchar los mismos o similares argumentos contra la reducción de jornada utilizados a mediados y finales del siglo pasado. La CEOE siempre ha mantenido una actitud contraria a discutir de manera sincera la reducción de la jornada.

Costará mucho implantar y normalizar una situación que es justa en un mundo que ya ha incorporado, a la rutina diaria y el mundo económico y empresarial, la telefonía móvil, la informática, el teletrabajo, los robots, la inteligencia artificial, etc.

UGT considera que se debería aprovechar una herramienta como la negociación colectiva para proceder al reparto de la riqueza que se genera por los trabajadores y trabajadoras. Es de justicia que se compensen los grandes beneficios empresariales que se están produciendo con una medida como la reducción de la jornada semanal. Cuando hablamos de las 37 horas y media de jornada, hablamos de reparto de riqueza y de justicia.

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