Opinión | Tribuna
Mujeres que empujan leyes
Veinte años después, toca revisar la ley, a tenor de las nuevas formas de odio que alimentan los ataques a las mujeres
Veinte años han pasado desde el día de la publicación de la ley orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Recuerdo bien las fechas que rodearon esa aprobación: llevábamos meses con apaños legales a otras leyes existentes de seguridad ciudadana, de protección de víctimas; los jueces, abogados y fiscales hacían y rehacían acusaciones y sentencias, mientras el número de mujeres que morían a manos de sus parejas y exparejas y que eran maltratadas crecía.
La conciencia de que el machismo mata la había disparado el asesinato de Ana Orantes unos años atrás, en 1997, una muerte anunciada por televisión cuando ella misma dio la cara y denunció los abusos que sufría entonces y que acabaron con su vida. Por primera vez millones de personas pusieron cara al terror antes de que se materializara el crimen, un rostro a la valentía de una mujer que afrontaba la injusticia que vivía. La violencia machista se colaba en toda su crudeza en las salas de estar de toda España a través de la pantalla del televisor.
Siempre he asociado el nombre de Ana Orantes a esa ley contra la violencia de género que con penas y trabajos daría a luz un 28 de diciembre, un punto de inflexión como el que supone, en estas últimas semanas de 2024, el paso histórico que ha dado Gisèle Pelicot contra la vergüenza de las mujeres abusadas.
Hay un párrafo muy significativo en la exposición de motivos de la Ley: «En la realidad española, las agresiones sobre las mujeres tienen una especial incidencia, existiendo hoy [2004] una mayor conciencia que en épocas anteriores sobre esta, gracias, en buena medida, al esfuerzo realizado por las organizaciones de mujeres en su lucha contra todas las formas de violencia de género».
Orantes, Pelicot, organizaciones de mujeres. Veinte años después, siguen siendo las mujeres que confrontan los agravios machistas aquellas que tienen el poder para accionar la palanca que ha de mover nuestro mundo. Y 20 años después, toca revisar la ley, a tenor de las nuevas formas de odio que alimentan los ataques a las mujeres. n
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