Opinión | Para empezar

Vuestro lujo provoca nuestra ruina

Durante una reciente caminata por ses Feixes, Vicent Palermet, que hacía las veces de guía, explicó que en ese humedal no vivía nadie antaño. Quienes tenían allí feixes, llegaban hasta ellas a bordo de barcas, desembarcaban, cuidaban su terreno y regresaban luego a Vila por mar. Allí sólo quedaban los aperos y el ganado. Actualmente, en las casetas donde se guardaban aquellos utensilios de labranza y donde se guarecían cabras, cerdos y hasta vacas se cobijan los desheredados, los parias, el lumpen, los miserables del siglo XXI. En una de esas pocilgas, sin puertas, agua corriente, calefacción, baño o cualquiera de las comodidades comunes en cualquier hogar, malviven cinco personas. Uno de ellos es un migrante argelino llegado a Ibiza hace cuatro años tras ser rescatado en medio del mar por Salvamento Marítimo. Tiene 22 años, pero parece que tenga el doble como consecuencia de los palos que le ha dado la vida, que prometía ser feliz cuando salió de África. Aquel viaje se ha convertido en su peor pesadilla: ahora vive peor que un animal. Es el reverso tenebroso de esta isla de pompa y lujo, esa que se venderá dentro de un par de semanas en Fitur ocultando a los agentes turísticos y a los clientes las escenas más miserables de nuestra realidad, la de los poblados chabolistas, la de los precios de alquileres abusivos (más bien pura usura) generadores de gentrificación y la de los humanos que duermen en pocilgas (literalmente). Mostrarán en esa feria turística sólo el teatrillo de las puestas de sol idílicas, el de los alojamientos que cobran fortunas por dormir en sus camas o por beber su champán, el de los yates que arrasan las praderas de posidonia… Tampoco creo que este tipo de turistas tenga el más mínimo interés por conocer lo que de verdad se cuece más allá de sus suites o villas, ni que nadie les haya informado de que su lujo está provocando nuestra ruina, tanto social como económica. Quizás se enteren el día, que llegará de seguir así las cosas, en que vengan de vacaciones y ya no quede nadie en la isla dispuesto a vivir miserablemente para servirles el champán y las ostras.

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