Opinión | Tribuna

Edmundo González, ‘wanted!’

Empiezo este artículo mientras intento digerir la piedra hagiográfica que ha publicado Ignacio Ramonet en Le Monde Diplomatique, donde Maduro explica las excelencias de su régimen, se proclama héroe revolucionario y carga contra las democracias que le cuestionan, adalides todas ellas del fascismo internacional. Es difícil encontrar una entrevista más relamida y servil como la que ha hecho Ramonet, si bien las anteriores a Maduro iban en la misma dirección. En todo caso es, sin ningún pudor, un auténtico ejercicio de blanqueo de la dictadura que sufre Venezuela. Es la moral del altermundialismo, que no es otra cosa que un odio patológico a las democracias liberales.

Sin pudor, pues, y halagado por el cortesano entrevistador con el que habla, Maduro asegura que «Venezuela está en paz, tranquila y segura de su destino y su camino». Y así, de un plumazo, considera pacífico, tranquilo y seguro un régimen que practica desapariciones forzosas, muertes en custodia, encarcelamiento de miles de opositores en prisiones infernales, una destrucción sistemática de las reglas de juego democráticas y el robo flagrante de las elecciones de julio pasado. El drama que vive la oposición a Maduro lo resumía la carta desesperada que envió Mayra Castro, dirigente de Primero Justicia, desde la prisión donde hace 150 días que está encerrada, acusada de «terrorismo e instigación al odio», la misma acusación que quieren imputar a María Corina Machado. La precaria situación de los cinco opositores encerrados desde hace diez meses en la casa del embajador argentino en Caracas, donde sufren acosos de todo tipo –una de las encerradas, Magalli Meda, mano derecha de Corina, explicaba en X que les dejan sin agua y sin luz-, es un ejemplo más de la barbarie del régimen.

El último desaguisado del régimen es un cartel de «se busca» con la foto de Edmundo González y la oferta de recompensa de 100.000 dólares para quienes faciliten su detención. Es una mueca burlesca más de un régimen que se ríe de la democracia porque se sabe impune. Personalmente, lo escribí días después de las elecciones, en un artículo titulado ‘Venezuela, el gran fraude’. Afirmaba que «es inimaginable que Maduro salga del poder democráticamente» y los motivos que esgrimí permanecen intactos: el primero, que el régimen está apoyado por China, Rusia e Irán, y este triplete de poder tiene muchos intereses -geopolíticos, estratégicos y económicos- para mantener la dictadura. En el caso de Irán, Venezuela es clave en su estrategia de expansión a todo el continente, su dominio de la triple frontera, y el blanqueo de la droga de Hizbulá. Pero es China quién más intereses económicos y estratégicos tiene en dominar un país que está a las puertas de EEUU. Hay que añadir, además, que Venezuela es prácticamente un narcoestado, y una estructura política de esta naturaleza es ajena al juego democrático.

Sea como fuere, la dramática metáfora que nos ofrece Venezuela es que el mundo democrático no tiene ninguna capacidad para detener al régimen, y que da igual si el Parlamento Europeo le da el premio Sajarov a los opositores, o si algunos países reconocen a González como presidente legítimo. No importa nada, porque Maduro está fuertemente apoyado por grandes dictaduras, continúa riéndose de los países críticos y, pese a la brutal represión política, muchas de las democracias enviarán representantes a su investidura, por aquello de la ‘realpolitik’ y los intereses que esconden. El Gobierno español el primero, que a pesar de no reconocer oficialmente el régimen y jugar a la ambigüedad, ya ha nombrado a un delegado para la investidura de Maduro el próximo día 10, a pesar de que, si Edmundo viaja a Caracas como ha prometido, puede pasar de todo. En todo caso, todo parece indicar, Zapatero mediante, que España acabará avalando al régimen y esto a pesar de la crítica situación de salud de la hispanovenezolana Rocío San Miguel, defensora de los derechos humanos que fue detenida en febrero y durante meses no se supo nada de ella. También le imputan una acusación de terrorismo.

Todo ello es terrible, tanto para los venezolanos que sufren este régimen criminal como para la solvencia de las instituciones democráticas del mundo, totalmente incapaces de parar este tipo de dictaduras. El dibujo político del mundo está evolucionando y la evidencia es que no anda en favor de la democracia. ¿El modelo de democracia liberal está en riesgo? Es la pregunta necesaria.

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