Opinión | Desde la Mola

Política y administración

Lo que podía haber sido un gobierno de políticos reciclados a tecnócratas se ha quedado en un gobierno de administradores

Dicen los sabios (con b) frente a los savios (con v) que, a pesar de los agoreros, de los incrédulos, de los agnósticos de la política, de los antisistema, los negacionistas, los antitaurinos, los animalistas y un sinfín de sectores sociales subvencionados o no, todo lo que afecta a la convivencia es política. Incluso lo son los apolíticos militantes que no se mojan, aunque no tengan paraguas. En este sector hay que englobar a los que desde posiciones de bienestar económico (léase empresarios de éxito o con empresas en concurso de acreedores) profesionales liberales que ganan más en sus despachos, en las multinacionales o en los fondos de inversión. Deciden pasar de la política y buscar una situación de influencia sin riesgo a quemarse en la pira donde se incineran políticos al uso. Viene a cuento por la situación que estamos viviendo en Formentera, antes y después de la moción de censura que ha acabado con el califato de Córdoba para dar paso a un govern en minoría con los de Compromís (no confundir con la opción valenciana) y los restos de un PP local, alejado de los deseos de los Prohens amb company (no se preocupen que no serán sancionados por díscolos) Con una oposición dividida en tres partes, GxF, PSOE y 1 no adscrito elegido por los adscritos, pero despechado por una parte de los adscritos (galimatías difícil de entender si no eres de aquí y además no conoces a los personajes), lo que podía haber sido un gobierno de políticos reciclados a tecnócratas se ha quedado en un gobierno de administradores, que aplican la legislación vigente o cumplen con la normativa sin inmiscuirse en grandes proyectos o acciones voluntaristas que exijan mayores retos y que deban ser aprobados por la mayoría. Es cuestión de aritmética, de diferentes puntos de vista (obedeciendo a premisas ideológicas) o tacticismos electorales alejados de compromiso ciudadano. Tenemos dos años y medio para demostrar que somos capaces de retornar a una normalidad administrativa que un mes de noviembre, de un 2023 electoral, había trastornado tras los enfrentamientos cainitas entre una mayoría absoluta que ha sido incapaz de convencer a sus propios votantes que su deseo de cambio era posible. Ahora, después de los reyes (los de Oriente, aquí en occidente) les toca remar sin saber si la corriente los lleva o les obliga a un esfuerzo adicional para conducir el Consell hasta buen puerto sin que los sobresaltos o las turbulencias nos devuelvan a la pasada anormalidad.

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