Opinión | Tribuna

Aquí yahora

No está de moda admitirlo, pero a mí me sigue gustando la Navidad

No está de moda admitirlo y suena superficial, consumista y poco intelectual, seguro, pero a mí me sigue gustando la Navidad. Me gusta desde siempre, salvo porque las tardes son cortas y los días se consumen enseguida, pero me encanta poder seguir celebrando las navidades con las personas que quiero. La clave está en el verbo poder y lo que significa. Me gusta que sigamos reuniéndonos en familia, a pesar de las sillas vacías y los huecos enormes, de las ausencias que obligan a limpiarse los ojos húmedos pero también a espabilar y aprender a hacer otras cosas que no sean pinchar con un tenedor los bordes de las empanadillas. He asumido que el tiempo suaviza las aristas de los que no están, pero que no te prepara para el dolor agazapado a la vuelta de la esquina, así que mejor disfrutarlo como se pueda, a momentos sueltos, con escapadas afuera para enjugar las lágrimas o para recibir un abrazo que te permita volver adentro. No sé cómo será el año que viene, no tengo ni idea. Pero sé que este nos reunimos los que quieren compartir esta noche, y eso basta. Hace mucho que empezaron a silbar balas alrededor, y algunas no han errado el blanco. En el camino he perdido amigos, padres, compañeros. También he conocido a otras personas que llegaron cuando creía que el cupo estaba lleno. Estamos los que estamos. Somos los que somos. Y además se permite cometer excesos, llenarse de turrón de chocolate, compartir una cerveza, saltarse la dieta del colesterol y comer queso, reírse de las fotos de la infancia, hacer rutas con la falsa creencia de que subir al monte hará que bajemos algún gramo, ver películas ñoñas, adornar las casas y que aparezcan de milagro aquellos adornos de posguerra que nos parecían magníficos. Me gusta todo eso, sí. Sin lujos, sin espectáculo. Rodearme de familia y amigos, ver felices a mis hijos, leer de madrugada sin prisa alguna, caminar entre la niebla. No dejarme vencer por el tiempo, ni por los dolores, ni por las ausencias. Levantarme con la espalda encogida y las rodillas crujiendo, lista para afrontar un año más, sea como sea. He tardado mucho en aprenderlo, pero esto es el presente, pasa enseguida. Lo leen ahora muchos en X o Instagram y les parece una reflexión moderna, cuando el carpe diem arrastra siglos. Disfruten, no miren atrás, tampoco traten de adivinar el futuro. Compartan, sean generosos con los que tienen menos, rodéense de personas queridas, no se dejen abatir por los recuerdos, siempre engañosos. La vida es aquí y ahora. Ojalá la sigamos compartiendo juntos. Gracias por el inmenso regalo de leer mis palabras. Feliz año.

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