Opinión | Tribuna
Yo confieso
No sé si alguna vez, alguno de mis queridos lectores habrán rezado alguna vez el ‘Yo Confieso…’. Si se recita con convicción y sinceridad, suele ser muy efectivo para adquirir humildad en la vida y más aún para comenzar el año con nuevos y buenos propósitos de cambio y una disposición renovada para afrontar los retos con esperanza y determinación. Sea como fuere, por mi parte, no he encontrado mejor forma para reconciliarme conmigo misma, y comenzar con «buen pie» el año, que mediante este artículo que comienza con una trivial confesión y que al hilo de esta, acaba poniendo el foco en una cuestión de gran transcendencia, «la toma de decisiones», que invita a una profunda reflexión.
‘Yo Confieso’ pues, para sorpresa de quien me lea, que fui una de las pasajeras del vuelo de Iberia de las 11.35 horas procedente de Madrid, con destino Ibiza, que el pasado 31 de diciembre tuvo que ser desviado a Palma por la fuerte tormenta y el temporal que se había formado.
Una historia con final feliz, que bien podría haber acabado de muchas otras formas (la peor, es fácil de imaginar), si al mando de la aeronave no hubiera habido una piloto preparada, empática, sensata y eficaz que tomó las decisiones correctas, en el momento y del modo adecuados. Una persona que supo medir el riesgo y valorar en cada momento cuándo era el instante idóneo para arriesgar, y cuándo convenía mejor esperar para evitar riesgos inasumibles.
Y es que en momentos de la verdad, como el que vivimos el pasado 31 de diciembre, donde, en apenas segundos, había que tomar decisiones con fuertes implicaciones, quien estaba al mando en aquel momento acertó de lleno y supo guardar el temple y la calma. Decidió desviar el vuelo a Palma, para garantizar nuestra integridad y seguridad. Supo explicar al resto de la tripulación, a su debido tiempo, con serenidad, sinceridad y cercanía, lo que había sucedido y los escenarios que teníamos sobre la mesa. Éramos libres de salir por la puerta y quedarnos en Mallorca, o de mantenernos a la espera en el avión, aguardando a que, según el plan de la piloto, la virulencia de la tormenta amainase para hacer un nuevo intento de recuperar el vuelo hacia el destino inicial y aterrizar en Ibiza. Porque, tanto ella, como nosotros, éramos conscientes de que aquel no era un día cualquiera. Era un día especial, el último día del año (y con suerte, no el último de nuestras vidas), en el que muchos volvíamos a casa, para reunirnos con familiares y amigos y dar la bienvenida a un nuevo año, con ilusiones renovadas, confiadas esperanzas y nuevos proyectos que no debían quedar truncados por una mala decisión.
De modo que la profesionalidad, la seguridad, la cercanía y la sinceridad de quien estaba al mando en aquel momento, consiguió granjearse el apoyo de la mayoría, excepto el de algún que otro pasajero que, con sudores fríos y cierto nerviosismo optaron por bajar de aquel avión y quedarse en Palma. El resto, decidimos apoyar la decisión de la piloto y continuar el viaje, asumiendo el riesgo y obviando la ‘Ley de Murphy’ (por la que todo lo que puede ir mal, irá mal), con la confianza de que estábamos en buenas manos.
Y con esta pequeña anécdota personal, invito a la reflexión a quien ha decidido leerme. Porque es importante que comprendamos y seamos conscientes de que cada decisión que tomamos, pequeña o grande, cuenta y que, indudablemente, necesitamos gente preparada y con integridad al mando de las cosas que importan. Porque es razonable e inteligente pensar que no conviene poner a un arquitecto a operar a un enfermo, o a un médico a construir un rascacielos, a un pirómano a sofocar un incendio o a un descerebrado al mando de un avión… Como tampoco convendría, ni es de recibo, poner al frente de un país a alguien malvado o inepto que no defienda con integridad el interés general, o que no esté preparado para tomar en cada momento, las mejores decisiones, sean o no fáciles de tomar.
«Un líder es alguien que conoce el camino, recorre el camino y muestra el camino» (John Maxwell).
Dedicado, con cariño y agradecimiento, a la desconocida piloto del vuelo IB1695 con destino a Ibiza.
Alicia Reina es doctora en Turismo.
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