Opinión | Para empezar

Una carta por Reyes

Para los que no tenemos la suerte de disfrutar del sueldo de mi querido Rafael Triguero, el más alto de un alcalde en Balears (así sí se puede), la carta, o ‘email’, que nos llega ahora de nuestras compañías eléctricas con los cambios en el recibo para este 2025 es otro mazazo. Por si, con tanto espumillón, alguien aún no se ha enterado, el Gobierno «de la gente» ha constatado que la economía va como un tiro («en el pie» de las familias, apuntaba irónico Juan José Millás) y ha decidido que la luz sea un producto de lujo. Con los precios al alza, recupera el IVA del 21% y recorta los descuentos del bono social. Si a los pobres no les alcanza para encender la calefacción, pues que se echen la manta encima, que no es año electoral.

También, ahogando un poco más a los que menos tienen, se encarecen los alimentos básicos con la desaparición de las bonificaciones al IVA de pan, leche, fruta, huevos, aceite, pastas... Y, si después de pagar la vivienda, que sigue escalando sin vislumbrar techo y arrojando a jóvenes, a pensionistas, a familias trabajadoras a la cuneta, y pasar por el súper les sobra algo, mejor que vayan haciendo hucha para el ‘basurazo’ que nos espera tras el próximo verano.

No me quejo de mi fortuna. Tengo un techo, la nevera llena y mi ‘carta’ no es el burofax de la desesperación que dejará sin casa a Antonio y Regina en esta Ibiza «que está ardiendo en silencio». No vivo en las infrahumanas chabolas de ses Feixes, un catálogo de horrores entre humores, basura, excrementos y ratas. No me hacino con extraños ni, peor aún, estoy en la calle. (Y eso por no mirar a la otra orilla. A los miles de criaturas que esta noche en Gaza en vez de juguetes van a recibir más bombas, hambre y desolación. ¿Qué dolor puede haber peor que el de no poder proteger a tus propios hijos? ¿Que tu bebé se te muera de frío en los brazos?).

No me quejo, pero sé que cuando se aprieta la soga a una población cada vez más empobrecida, muchos se abrazan a populismos deleznables, aquellos que les dicen lo que quieren oír y buscan chivos expiatorios en quienes no tienen ninguna culpa. Que el malestar existe y, si no se ataja, puede que no esté tan lejos el día en que los Alvise, Trump y compañía también ganen aquí. Pero quienes deberían escuchar a la gente siguen sordos.

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