Opinión | Tribuna

Contra la desinformación: educación

Uno de los mayores peligros de la falta de educación crítica es la generación de una ciudadanía acrítica, que fomenta un terreno fértil para la manipulación y el autoritarismo

La sociedad, en general, y, sistema educativo, en particular, se enfrentan a un peligro inminente: preparar a las nuevas generaciones para convivir con una toxicidad casi inherente al uso de las nuevas tecnologías, la desinformación. Las redes sociales se han erigido como un foco que ilumina la vida de muchas personas, especialmente los más jóvenes. Ante ello, la capacidad de analizar, comprender e incluso cuestionar la información resulta más importante que nunca. Estas competencias son necesarias para poder fomentar la capacidad de análisis crítico, al proporcionar las bases de una sociedad y una ciudadanía reflexiva, capaz de combatir las consecuencias derivadas de la desinformación.

Con el acceso a las nuevas tecnologías, en la sociedad de la información o, como señala Lovelock (2023), en la era de la tecnología —el Novaceno—, tenemos acceso, con solo un clic, a una gran cantidad de información. Sin embargo, la veracidad de esa información no siempre está garantizada por lo que es necesario fomentar la construcción de las competencias necesarias para poder analizar y procesar la información. Además, debemos tener en cuenta que, con la cantidad de desinformación existente, se ha generado un ecosistema impregnado de fake news, teorías de la conspiración o, incluso, algo más peligroso: discursos que incitan al odio. Esto, unido a la rápida propagación de dicha información, puede tener un gran impacto social, llegando a influir en la opinión pública y derivar en situaciones de conflicto social. Ante este panorama, promover el pensamiento crítico resulta esencial y se presenta como un medio eficaz para hacer frente a posibles manipulaciones informativas.

El pensamiento crítico es un antídoto contra la desinformación. Incorporar la competencia de pensamiento crítico en la educación es fundamental y prioritario. No solo prepara a los estudiantes para resolver problemas abstractos, sino que proporciona herramientas concretas para enfrentarse a un mundo complejo en el Novaceno, permitiendo construir una sociedad más democrática.

El modelo educativo debe adaptarse e incorporar, en todas las materias, mecanismos que permitan adquirir habilidades como la identificación de sesgos, la evaluación de fuentes y la interpretación de datos en contextos específicos. Estas cuestiones, que están presentes en los currículos en algunas materias, son esenciales en un entorno donde los algoritmos de las redes sociales priorizan el contenido emocionalmente cargado sobre el contenido veraz, y donde las campañas de desinformación tienen la capacidad, incluso, de influir en elecciones, o sobre catástrofes como crisis sanitarias o conflictos internacionales.

Para hacer frente a esta plaga es necesario implementar más mecanismos en las aulas de forma urgente. Esto no significa añadir una nueva asignatura dedicada exclusivamente a la “educación crítica”, sino que es necesario transformar la manera en que se enseñan y evalúan todas las asignaturas. Pese a los últimos cambios hacia un modelo de evaluación por competencias, creo que no ha sido ni eficaz ni eficiente, a la vista de los resultados de Baleares en las pruebas Iaqse. Estamos acostumbrados a recibir valoraciones numéricas, pero la adquisición de competencias va mucho más allá. Como se ha mencionado anteriormente, es necesario adaptar todo el sistema educativo, especialmente la metodología pedagógica para adaptarse a esta realidad. Incluir actividades prácticas como debates, análisis de casos reales o proyectos colaborativos son algunos ejemplos. Todo ello equivale a que son necesarios más recursos para la educación.

Además, es necesario desarrollar una conciencia ética que permita educar de forma responsable para adquirir estas habilidades. Y es que, para combatir la desinformación en un mundo como en el que vivimos, no basta con identificar y rechazar las noticias falsas: es necesario, además, incorporar y promover una cultura de la responsabilidad informativa. La capacidad de cuestionar la verdad y el compromiso ético en una sociedad con narrativas manipuladas puede ser abordado y afrontado mediante las medidas descritas, pero, además, es necesario contar con materias como la Filosofía. Las personas deben pensar antes de compartir información y considerar, o al menos valorar, el impacto que puede tener su acción o inacción.

Uno de los mayores peligros de la falta de educación crítica es la generación de una ciudadanía acrítica, que fomenta un terreno fértil para la manipulación, el autoritarismo y la fragmentación social. Si se incorporan herramientas que permitan discernir entre información fiable y propaganda, se fortalecen los mecanismos que sostienen los fundamentos de la propia democracia. Las decisiones colectivas, desde el voto hasta la respuesta a crisis globales, dependen de un público informado y reflexivo.

El análisis crítico no puede seguir siendo una competencia secundaria, especialmente en el sistema educativo. En un mundo marcado por la desinformación, enseñar a niños y jóvenes a pensar de forma crítica es esencial para prepararlos a enfrentarse a los retos del siglo XXI con autonomía, responsabilidad y creatividad. Por ello, no podemos quedarnos inmóviles: es necesario reclamar la incorporación de estos instrumentos.

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