Opinión | Desde la marina

2025

Este supuesto cambio de año es un bluf, una engañifa, un trampantojo

Me pregunto qué tendrá de nuevo el Año Nuevo. ¿No será más de lo mismo? Arranca enero y estamos donde estábamos ayer. Con los mismos comportamientos y los mismos problemas. Esto, mucho me temo, no lo cambia ni Dios. Tal vez por eso soy alérgico a la Navidad y a este supuesto cambio de año que es un bluf, una engañifa, un trampantojo. Como lo han sido para una gran mayoría los melifluos villancicos, las ilusorias loterías, las luces y los cotillones, las 12 campanadas y las 12 uvas, los inútiles buenos propósitos, Papá Noel y los Reyes Magos que sólo llenan de sueños a los más pequeños. A nosotros, mayorcitos y vejarrones que dejamos la inocencia en un desván, nos toca apechugar desde el desencanto y la incertidumbre. Vaciada la Navidad del sentido que tuvo, si lo tuvo, estos días son sólo un tiempo de vacaciones, escaparates y una válvula de escape para no reventar en esta olla de grillos en la que nos mete el día a día.

Arrancamos año con la demoniaca trinidad de Putin, Trump y Netanyahu. ¡Que Dios nos coja confesados! Israel sigue con su genocidio. Putin se salta el derecho internacional con sus mordidas a Ucraina, nos amenaza con el ‘botón nuclear’, derriba un avión con pasajeros y EE.UU. es una caja de Pandora con un Trump demente que quiere Groenlandia, Canadá, parte de México y el canal de Panamá. Y en Sudamérica cuece la olla con países como Cuba, donde ya no tienen ni papel para limpiarse el culo. Aquí sí lo tenemos (de momento), pero la vieja y debilitada Europa está tomada por una intolerante ultraderecha que nos quiere poner el mundo del revés, con Alemania y Francia que van a la pata coja, y con esta Celtiberia que va como un tiro –nos dicen- pero que arrastra una deuda de 1,6 billones de euros. Vivimos en una burbuja de feliz apariencia, pero nuestros mandarines andan a la greña mientras, a trancas y barrancas, con ricos muy ricos y pobres muy pobres, sigue la vida. Pero sigue igual, si no peor. Sólo nos salva la solidaridad de la calle, ya saben, Cáritas, la Cruz Roja, las ONG, los voluntariados, la buena gente. Tal vez sea la única posibilidad que tenemos de que, cambiando nosotros, aunque sea sólo a pequeña escala, cambien las cosas. No sé. n

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