Opinión | Tribuna
El palmoteo del albardán
Como era previsible, la moción de censura que por fin apeó de la presidencia del Consell Insular de Formentera a Llorenç Córdoba, celebrada el viernes pasado, estuvo aderezada de momentos surrealistas y cargados de patetismo. El ya expresidente llegó tarde, dotando de mayor teatralidad y tensión el instante en que accedió al patíbulo político, provocando que más de un conseller se removiera en el asiento en los instantes previos, preguntándose si al final aparecería o habría optado por una nueva artimaña que retrasara lo inevitable.
Córdoba incluso podría haber alegado anginas, paperas o un resfriado corriente, y haber aportado vía mensajero un justificante médico, sembrando de nuevo unos instantes de zozobra, en su línea habitual. Sin embargo, por fin se dio por vencido e hizo acto de presencia, no sin traer en el zurrón las dosis habituales de histrionismo. A destacar, muy especialmente, el momento en que entregó la vara de mando a Óscar Portas, su sucesor y enemigo –cuando la animadversión alcanza las cotas vistas en Formentera ya no se puede hablar exclusivamente de rivalidad política– dedicándole a continuación unos aplausos con un rictus amable y beatífico, que incluso aderezó con una mueca ligeramente parecida a una sonrisa. Genio y figura…
Si alguien ajeno al desbarajuste formenterano hubiese contemplado las imágenes del pleno, habría supuesto que se trataba del feliz adiós de un presidente que decide retirarse de la política tras un periodo marcado por el éxito y el amor a su pueblo, entregándole el bastón de mando a un estimado delfín. Desde luego, nunca elucubraría sobre un mandatario echado a la fuerza por todos, tras una gestión nefasta y mesiánica, que ha sumido la institución en un caos y desgobierno inéditos en la ya de por sí accidentada historia política pitiusa.
Previamente, Córdoba pronunció un discurso igualmente alucinante, que en algunos pasajes, parecía reflejar momentos de absoluta normalidad y calma chicha, que es lo opuesto a lo ocurrido en Formentera estos últimos meses. “En mí no existe malicia, odio, ni rencor. Mi vida se basa en tres palabras tan básicas como son: verdad, justicia y amor”, dijo, tan campante, apostillando que ha intentado “trabajar incansablemente por el bien de la isla y de su gente. Cada decisión tomada, cada paso hecho, ha sido con la mirada puesta en un único objetivo: Formentera”. Remató sus palabras con otra lección de temple y autocrítica (léase con ironía): “liderar no es ser infalibles sino aprender, crecer y actuar siempre con honestidad… Formentera es más grande que cualquiera de nosotros”. El nulo sentido del ridículo del personaje no tiene parangón.
Una vez que la oposición de la izquierda pactó la salida forzosa de José Manuel Alcaraz, líder del PP, archienemigo de Córdoba y corresponsable en esta crisis infame, para permitir que la moción de censura fructificara con su abstención, lo lógico habría sido que Córdoba también renunciara. De esta forma, habría permitido que, de una vez por todas, la legislatura pudiese avanzar con cierta normalidad política, con sus debates ideológicos y unas negociaciones que no estuviesen marcadas por el rencor y las cuitas personales.
Sin embargo, el expresidente se queda y seguirá siendo conseller y diputado en el Parlament, lo que para él supone dos vías de ingresos. Nadie habría apostado que Córdoba estuviese dispuesto a renunciar a ellas. Sobre todo porque todo este despropósito surgió al acudir a la presidenta del Govern balear, Marga Prohens, para reclamarle un sobresueldo porque sus múltiples nóminas no le permitían llegar a fin de mes. Fue entonces cuando Alcaraz, que primero lo aupó como candidato, quiso aprovechar la coyuntura para quitarle la silla y se acabó estrellando. No calculó que Córdoba tiene dos poderes únicos e ilimitados: una resistencia numantina y la capacidad de resetear la propia memoria, olvidando los errores cometidos como si no fueran con él.
A Portas, por tanto, más que una presidencia le queda un vía crucis del que difícilmente saldrá bien parado. O deberá buscar apoyos en la oposición para cualquier cosa que necesite aprobar o tendrá que pactar otra vez con Córdoba, que ya se frota las manos pensando en la venganza. Ni lo uno ni lo otro, por tanto, se antoja viable. A ello se suma el voto en el Parlament que sigue ostentando Córdoba y que la presidenta del Govern, Marga Prohens, también necesita. Aunque quedaría muy feo, tal vez puedan arreglarlo proporcionándole a Córdoba un carguito que redondee su salario ahora menguante, a cambio del voto favorable en ambas cámaras. E incluso así, sospecho que seguirá ejerciendo con satisfacción de molesta china en el zapato.
Que el 2025 nos traiga a todos salud, tranquilidad, alegría, bienestar y una clase política honesta, empática con las necesidades de los pitiusos y descafeinada de ego. Bon any nou a tothom!
@xescuprats
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