Opinión | Desde la Mola
valentín villagrasa
Alea jacta est
La derecha sociológica de Formentera empieza a plantearse soluciones lejos de la “obediencia debida” a partidos centralistas
No era el día de los inocentes, unas diez horas antes, cuando en el “califato” de Pilar Martínez, se cambió de “califa” y a lo mejor se queda en “sultanato”, pero lo cierto es que era “justo y necesario” para que todo esto echara a andar de una forma “normal” o lo más parecido a lo “normal”. Lo que viene a continuación, con el año nuevo, está por ver. Nadie puede prever que sucederá, a largo plazo, porque no conocemos el corto plazo. La situación es de empate a ocho y un +1 fruto del despecho. A mí me suena que habrá que pactar hasta la compra del papel higiénico o lo que es lo mismo una moción de censura bajo la amenaza del famoso “abrazo del oso”. El tiempo y la templanza nos lo dirá.
La otra batalla se juega en Palma, concretamente en el Parlament de Balears, donde existe un equilibrio de fuerzas entre la derecha (los de obediencia debida) y la izquierda “global” (aquí entran ideologías, maximalismos y voluntades diferentes) y fuera de esa ecuación, los del cabreo, léase Vox (la pregunta es si todos o solo unos cuantos). No les extrañe que a corto plazo haya algún acercamiento de posturas (suele suceder). Nos queda el diputado de Formentera, el señor Córdoba que nadie o al menos el que escribe, sabe qué postura adoptará en la cámara. La coherencia (si es que existe como conducta o se ha convertido en una virtud en peligro de extinción) me dice que su acta de diputado (personal e intransferible) es fruto de los votos de la “derecha” de Formentera, donde una parte esencial corresponde al Partido Popular. De ahí que su actuación en el futuro debería obedecer a ese mandato. Pero insisto en lo de “personal e intransferible” que lo convierte en dueño de sus propias decisiones (que pueden no corresponderse con los postulados de sus votantes). De ahí el “cuidado” que ha tenido Prohens (léase PP Baleares) en no inmiscuirse en el enfrentamiento cainita del Consell insular. Ponerse de perfil era arriesgado, pero permitía ganar tiempo. Hoy ya no es posible y la reacción inmediata ha sido anunciar (por exigencias del guion) que los órganos del PP valorarán las consecuencias internas de la moción de censura (traducido a Román paladino, un brindis al sol para que Córdoba se dé por satisfecho, vamos, un “yo no he sido”). Cualquier sanción personal a los consellers, militantes del PP, sería catastrófica para el propio partido en un futuro próximo. Porque la derecha sociológica de Formentera, ante la torpeza de Sa Unió en gestionar la mayoría absoluta de aquel mayo del 23, empieza a plantearse soluciones lejos de la “obediencia debida” a partidos centralistas. Hay mimbres, pero falta la mano que haga el cesto.
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