Opinión | Editorial

La negociación política abre un nuevo escenario

Govern y oposición han actuado con responsabilidad y generosidad, y han hecho cesiones importantes

El cierre del curso político ha sido nuevamente convulso en Balears. Las condiciones inaceptables impuestas en el último momento por Vox para aprobar los presupuestos del PP del próximo ejercicio, especialmente en materia lingüística, atentaban directamente contra el Estatut d’Autonomia y rompían el consenso histórico que derecha e izquierda han respetado en esta Comunitat desde la época de Gabriel Cañellas. El hartazgo con sus socios y la negativa a claudicar de Marga Prohens la han abocado a la prórroga de las cuentas públicas —un escenario inusual y nada deseable—, y la minoría parlamentaria. Es precisamente esta coyuntura la que ha posibilitado, aunque sea por unos días, una entente entre el Govern y la oposición a la que no estamos acostumbrados, máxime en los actuales tiempos de extrema polarización.

La lengua propia de las islas no es un problema para la mayoría de baleares. La necesidad del PP de corregir su propio error en la votación que aprobó el disparatado paquete de 34 medidas de Vox le ha llevado a buscar un pacto con la izquierda. El catalán y la memoria histórica son dos temas sensibles y con carga simbólica, de ahí que PSOE y Més se hayan avenido al acuerdo con Prohens. Pese a la dosis de valentía, sin duda le habrá resultado difícil de explicar a los sectores más rancios en Madrid.

Govern y oposición han actuado con responsabilidad y generosidad, haciendo ambos cesiones importantes. Frente a la debilidad momentánea de la presidenta, los partidos de izquierda han huido del cuanto peor, mejor. Con todo, sobre todo Més per Mallorca paga un alto precio con su pacífica abstención en la amnistía urbanística que permitirá regularizar miles de edificaciones, porches, piscinas y chalés en suelo rústico levantados con impunidad. Encima, con tres años más de plazo para premiar a los rezagados. El proyecto más polémico del PP hasta el momento constituye un claro agravio comparativo entre los millares de infractores y los ciudadanos que han acometido obras acatando la legalidad.

Abstención a cambio de abstención, la presidenta del Govern impidió derogar la ley de Memoria democrática como pretendía Vox, algo con lo que personalmente no se sentía cómoda. En una de sus réplicas más sentidas y emocionales, fruto de la improvisación, Iago Negueruela afeó al PP que «con la memoria de las víctimas no se negocia y no se mercadea». El portavoz del PSOE neutralizó el discurso franquista, intolerable en una Cámara democrática, del diputado de Vox Sergio Rodríguez.

La amnistía urbanística por la ley de Memoria ha resultado un win win para Prohens y sus adversarios. Cuesta creer en el optimismo del portavoz de Més, Lluís Apesteguia, al celebrar «el inicio de un nuevo marco político en las Illes Balears». La presidenta no está por la labor de elecciones anticipadas, con Vox al alza, y buscará un acuerdo con los tránsfugas de ultraderecha, o incluso con el propio Vox, para asegurarse finalmente presupuestos para 2025. En todo caso, sería recomendable por el bien del conjunto que el fair play que nos ha deparado el Parlament en las últimas semanas no fuera anecdótico e interesado, sino más habitual.

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