Opinión | Tribuna

El asesino incongruente

El terrorismo tiene una lógica incomprensible fuera de él, así que —para entenderlo— se le acaba haciendo una y se le exige que la cumpla. Se acaba aceptando que un grupo quiera liberar a su pueblo poniendo una bomba en unos grandes almacenes atestados y se le pide a quien lanza su coche contra un mercadillo navideño que le guíe un impulso anticristiano. Si es antiislámico no se entiende. Parece coherente que cargue contra la Navidad un ateo izquierdista, pero no que el tipo sea de extrema derecha. No hay quien se aclare con este terrorista saudí que no actúa dentro de la lógica ideológica, que militó en organizaciones fundamentalistas islámicas y ahora es un islamófobo ateo con tal creencia en la inexistencia de Dios que su fanatismo solo puede ser religioso. Es un terrorista disruptor y, como el terrorismo en sí lo es, lo menos que se le puede pedir es ortodoxia.

Como hemos abolido cualquier hipótesis de avería mental e ideológica para aceptar solamente el mal, de manera absoluta —religiosa, como sinónimo del diablo— no tenemos explicación humana que darle. Desde que hemos vuelto a pensar colectivamente de este modo sencillo y medieval solo sabemos abundar en el horror del crimen y en la insuficiencia del castigo, algo insatisfactorio de cabo a rabo, que hace bucle cuando nos escandalizamos cada vez más con muertes que se repiten y, al hacerlo, nos reescandalizan. Era más sano cuando se aceptaba que la justicia no puede competir con el crimen porque su naturaleza de justa la deja en desventaja.

Cuanto más nos adentramos en la lógica ilógica del asesino incongruente más nos alejamos de la idea inicial: matar es malo; no se mata, punto. Eso explica el estado nervioso de los párrocos del liberalismo ante cierta reacción social que ha producido el asesinato en Nueva York de un ejecutivo de una compañía de seguros sanitarios por un joven enfermo. Mucha gente ha comprendido la lógica del asesino mejor que la imposición de la lógica del negocio cuando el dilema es tu dinero o mi salud, la bolsa o la vida. Muchas ideas nos distraen de que matar está mal.

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