Opinión | Tribuna

Durmiendo con un desconocido

Todo se inicia con un comentario en las redes que, más por intuición que por certeza, ella asocia con él. No, no es posible, niega para sí misma, y expulsa la idea de la cabeza o, al menos, la destierra al rincón de los pensamientos oscuros, los remordimientos pegajosos o los temores sin mucho sentido. Pero los rumores empiezan a acecharla, también algunos silencios. ¡Fuera!, ordena a esa sospecha que se está enquistando en su cabeza. Pero no se va. Porque otro día se tropieza con el nombre de él señalado en twitter o instagram. Una denuncia anónima. Son las redes, se dice ella, se repite, ¿se engaña? Será envidia. O resentimiento. Sí, será eso, se consuela, alguien que siembra cizaña.

Cizaña... Al principio, no se distingue del trigo. Ambos, cizaña y trigo, crecen juntos en el mismo campo y su parecido es prácticamente total. Solo al madurar se distingue uno del otro. El trigo maduro se dobla, el peso del fruto va venciendo la espiga. Por el contrario, la cizaña permanece erguida. Su grano ha sido parasitado por un hongo tóxico que hace incomestible su harina. Una plaga, eso es. Hierba invasora.

Los días pasan y la denuncia en las redes alumbra nuevas denuncias, igual que la angustia de ella no deja de parir más angustias. ¿Quién es ese hombre que comparte su cama, su casa y su vida? Ha llegado el momento de hablar o de retomar esa conversación que se cerró en falso. De escuchar los juramentos de honestidad o los requiebros indignados o las excusas lastimeras o esas mentiras que son pura ponzoña. Llegan las discusiones y las lágrimas y algo parecido a la rabia y al dolor, aunque todo es demasiado confuso, porque el pasado también se empeña en relatar su historia. Ahí está el álbum de toda una vida compartida. Con las noches y las risas y los bailes y los besos de cuando eran dos. Y hay más páginas, con bebés haciendo monerías y niños que joden con la pelota y adolescentes que lo saben todos y jóvenes que ahora asisten, con algo parecido a la rabia y el dolor, al derrumbe de la memoria familiar. Es posible, incluso es terriblemente posible, que haya hijas que tienen la misma edad de las mujeres que él…

Llega el día en que el nombre de él escala a los titulares. La sordidez de los detalles perfilados en letra impresa. Él -político, artista, empresario o intelectual- habla de un malentendido, quizá se lía con el consentimiento o apunta a un momento de confusión, ¿alguna adicción? Si la suerte le acompaña, no se concretará una denuncia judicial y él esperará que el tiempo acabe borrando el escándalo.

Mientras, el albun de la vida se burla de ella. Y los consejos -esos benditos y malditos consejos- añaden más confusión al momento. Rugen las llamadas a la lapidación. Por los resquicios, también se cuelan los susurros que apelan al arrepentimiento y al perdón. Pero ella solo sabe que creía tener un campo de trigo y que ahora contempla un plaga de cizaña tóxica y que no encuentra el modo de separar uno de otro. Y después está esa sensación de vacío. Si se golpea el corazón, suena a hueco.

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