Opinión
¿Es el enemigo?
Llaman cada día entre tres y cuatro veces desde números desconocidos. Al responder, a veces no contestan, otras veces suena un pitido y salta un contestador automático. En alguna ocasión llaman desde el departamento de recursos humanos de no se sabe qué empresa, otra es de una ONG: ¿recuerda usted el donativo que autorizó la semana pasada por SMS?, ¿sí?, ¿lo recuerda?, ¿sí? Ante tanta insistencia casi se me escapa un sí, pero digo que no porque no he autorizado nada y porque estoy con la mosca detrás de la oreja. He recuperado el «diga» para responder a las llamadas, solo las que sospecho que, a pesar de ser un número desconocido, podría tratarse de una llamada que estoy esperando, las otras ya no las atiendo. Solo me quedaría responder a lo Miguel Gila: ¿es el enemigo? Es muy molesta esta situación. La exposición constante a intentos de fraude o estafa cada vez más sofisticados es estresante. Esa sensación de fragilidad nos lleva a una posición defensiva constante que es un rollo y deteriora la confianza en nuestro entorno. Cerramos las puertas de casa con llave, ponemos la alarma, inventamos contraseñas fuertes para lo digital, las cambiamos cada cierto tiempo y, sin embargo, una simple llamada de teléfono inesperada es suficiente para hacernos sentir vulnerables.
En mi familia ya hemos hecho el paso definitivo hacia la rendición. Tenemos una palabra clave. Da risa pensarlo. La dinámica es la siguiente: si uno de nosotros llama a otro con algún pretexto poco habitual o si se levanta una sospecha de cualquier tipo, el sospechante hará una pregunta que en teoría, ¡en teoría!, si se trata de una llamada hecha por ordenador copiando el número y la voz de la madre, el padre, la hermana o la sobrina no sabrá responder. Vamos, que creemos que podemos ser más listos que la máquina en base a lo vivido, a la experiencia compartida, a los detalles, a lo real. No es ninguna garantía, por supuesto, es la demostración de la desconfianza y de cómo ya buscamos soluciones desesperadas por nuestra cuenta, ante la evidencia de que nada ni nadie es capaz de protegernos y parar esos ataques.
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