Opinión
Compartir el pan
No es una historia nueva u original. Hace tiempo que sentimos la cantinela de la necesidad (o de la inutilidad) de la literatura, y múltiples creadores han dicho la suya. Horacio, por ejemplo, en la ‘Ars poetica’, reclamaba la figura de “qui miscuit utile dulci”, es decir, de quien integra la dulzura y la utilidad, de quien deleita y enseña a la vez. No es fácil. Siglos más tarde, W.H. Auden, cuando ya fue consciente de que el arte no lleva a ninguna parte (no a la revuelta ideológica que él había proclamado años antes), escribía: “La poesía no hace que pase nada”. Lo remachaba después en un ensayo sobre las palabras y la Palabra: “El arte no es efectivo como mecanismo de acción”.
Lo único que hace la literatura es producir un objeto que “permanecerá para siempre en manos de la humanidad”. Un objeto, hay que decirlo, etéreo, cuyas virtudes Auden concretó en un poema (‘El centinela’) escrito poco antes de morir: “Gracias a él todavía es posible que los vivos compartan el pan con los muertos”. El más reciente reconocimiento de la inutilidad del arte ha sido el brillante, emotivo discurso, de la poetisa Blanca-Llum Vidal al recibir el premio Carles Riba: “No hay un poema que impida perpetrar un desahucio exprés; no hay ninguna novela que detenga la guerra”. Y, sin embargo, «la literatura es algo liberador y precioso que nos remueve».
Pienso en todo esto cuando leo la enésima noticia sobre el desprecio y rechazo que las letras sufren en el marco de las competencias educativas y de las materias de modalidad. ¡Ay, ya me he infectado de lenguaje burocrático! Quiero decir que las letras ya no cuentan cuando hablamos de educación. No hay lecturas, no hay prioridades, pasan a ser optativas, por debajo de la ‘emprendeduría’ o de las habilidades sociales. Son oficialmente inútiles. “Nadie necesita de verdad leer un poema o una novela”, dice Auden. Y es cierto. Pero todavía entendemos lo que nos dicen novelas y poemas de hace siglos. Y todavía nos remueven. Y todavía estamos en la mesa, cortando el pan, con todos aquellos que nos han precedido en la inutilidad.
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