Opinión | Para empezar

Juguetes para Gaza

Hace poco más de una semana decidimos no publicar una noticia sobre una recogida de juguetes nuevos para los afectados por la dana porque la foto de la colecta era muy triste, apenas cinco bolsas y no demasiado grandes. Pero no lo achacamos a la falta de solidaridad, la gente de estas islas se ha volcado con Valencia y seguramente solo fue un mal día. Además, somos muchos los que preferimos enviar el dinero y que esos presentes se compren, en la medida de lo posible, en los castigados negocios de la zona, para ayudarlos también a ellos. Una compañera comentó que los niños de Gaza se volverían locos con esos juguetes, por pocos que fueran, y recordó el conmovedor vídeo (para quienes aún vemos a los niños palestinos como seres humanos) de estas criaturas expresando su apoyo a las víctimas de la riada desde sus misérrimas tiendas de campaña.

Me pareció quimérico. Cómo pensar en juegos cuando no tienen comida, combustible, medicinas... por el bloqueo israelí, si falta el agua y el abrigo. Pero ella tenía razón. Cuánta ilusión, y hasta esperanza, podrían llevar los juguetes, incluso los más pobres, a este matadero donde, sin posibilidad de refugio, la mayoría de los niños dicen que no creen que vayan a sobrevivir y casi la mitad desean morir ya, al lugar con más críos amputados por habitante del mundo, también sin anestesia, en el que estos pequeños se van a dormir sin saber si volverán a despertarse, ni cómo. Donde casi 17.000 menores han muerto ya y 21.000 están dados por desaparecidos, según el último informe de la ONU. Unas cifras aterradoras y que, sin embargo, han dejado de ser noticia para unos medios que abonamos la impunidad con nuestros silencios, hipocresía y dobles raseros. Si en Israel dicen que los palestinos son «animales humanos», nosotros estamos cubriendo su genocidio como si de verdad eso fueran.

Me gusta la Navidad y detesto a los críticos de lo que llaman su «buenismo» y «falsa solidaridad», pues mejor ser generoso en estas fechas que no serlo nunca. «Ningún niño sin un regalo», claro que sí. Todos sin excepción tienen derecho a crecer seguros y felices, a jugar, reír y soñar, a vivir plenamente su infancia, también los que hoy con su dolor e indefensión nos parten el alma.

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