Opinión | Para empezar
El precio de la avaricia
Hay un hilo que conecta todo lo que no funciona en esta isla y es la vivienda o, mejor dicho, la avaricia. Todas las desgracias que suceden nos las hemos provocado nosotros mismos. Después de publicar un reportaje en este diario en el que se denunciaba que el Govern balear tarda hasta un año y medio en realizar las valoraciones y certificados de discapacidad y de dependencia —imaginen la espera de un año y medio que padecen estas personas, imaginen la impotencia y desesperación, la rabia y la sensación de sentirse absolutamente abandonados—, la directora general de Atención a la Dependencia del Govern nos atendió y nos explicó la raíz del problema: el servicio está bajo mínimos porque nadie quiere venir a trabajar a Ibiza y, los que vienen, a la que tienen la posibilidad, huyen.
Nuevamente volvemos al problema de la vivienda, que en realidad no deberíamos llamarlo así, porque vivienda hay, el auténtico problema es la avaricia de los propietarios, cuyo afán de lucro está dejando a su paso tierra quemada como si fueran el caballo de Atila. He hablado, en contextos informales, con gente que alquila sus propiedades a precios astronómicos y a turistas, y te lo justifican diciendo que, como la sanidad pública en Ibiza funciona tan mal, se han tenido que sacar un seguro privado, van a una clínica de la península y, claro, eso cuesta mucho dinero. Pero es que si estas propiedades las alquilaran a trabajadores y a un precio razonable, las plazas vacantes en la sanidad pública y en bienestar social estarían cubiertas, evidentemente funcionarían mejor, y no se tendría que gastar una fortuna en seguros privados.
La avaricia de la clase rentista perjudica a toda la sociedad, especialmente a los que no tienen propiedades, pero también les perjudica a sí mismos. Creen que están haciendo el gran negocio, se creen más listos que nadie, pero en realidad se están pegando un tiro en el pie. Si tuvieran una amplitud de miras que fuera más allá de su obsesión por el lucro cortoplacista, quizás entrarían en razón, pero cada vez más tengo la sensación de que razonar con ellos es imposible. Son irrecuperables. n
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