Opinión | Editorial
La crisis de Formentera, desbloqueada
El acuerdo de todos los partidos de Formentera para presentar una moción de censura contra Llorenç Córdoba para descabalgarle de la presidencia del Consell parece que va a desbloquear al fin la grave crisis de la institución, que se ha prolongado más de un año y ha demostrado la corta talla política de sus protagonistas, empezando por el propio presidente y siguiendo por la coalición entre PP y Compromís, Sa Unió, cuya lista encabezó en 2023 y logró una histórica mayoría absoluta para la derecha formenterense. Con el presidente Córdoba solo, aferrado al cargo, actuando únicamente por su propio interés personal y enfrentado al resto de la Corporación, la parálisis del Consell, que tanto ha dañado ya a Formentera, era ya insostenible por más tiempo.
El acuerdo se ha cerrado después de que Sa Unió aceptara dos exigencias innegociables de la oposición de izquierdas, Gent per Formentera (GxF) y PSOE, para apoyar la moción de censura: la dimisión de José Manuel Alcaraz, líder del PP local, y que Verónica Castelló (su pareja, también del PP) no fuera la nueva presidenta. Dos condiciones razonables, porque Alcaraz ha sido uno de los protagonistas de la lucha de poder que condujo a esta crisis y porque a cambio la izquierda renunciaba también a exigir la presidencia a cambio de su apoyo. De este modo, el candidato será Óscar Portas, de Compromís, el partido insularista minoritario de Sa Unió.
Presentar la moción de censura para relevar a Llorenç Córdoba de la presidencia ya no se podía demorar más: de hecho, era inexplicable que los partidos de Formentera no hubieran sido capaces de llegar a este mismo acuerdo hace meses. Ignorando descaradamente el verdadero interés general de la isla, han demorado demasiado la solución al bochornoso espectáculo que han dado Córdoba y Sa Unió, que difícilmente podrán recuperarse de la imagen de todos estos meses, en los que se han mostrado como unos políticos ineptos y atrincherados en sus rencillas personales, a la vez que provocaban una desafección generalizada entre la población de la isla.
Córdoba sigue responsabilizando de todo a los demás y presentándose como el único intérprete y garante del interés general de la isla, cuando ha llevado al Consell a la crisis institucional más grave de la historia reciente de las Pitiusas. El presidente, lejos de mantener un ápice de dignidad y dimitir antes de verse expulsado por una moción de censura, sigue aferrado a su cargo, utilizando el servicio de prensa del Consell (que usa como si fuera suyo personal) para arrojar todo tipo de acusaciones, sin pruebas ni detalles, sobre casos de supuesta corrupción en la institución cometidos durante años por los anteriores gobernantes. También trata de involucrar al PP balear, valiéndose de su posición de fuerza como diputado en un Parlament en el que el Govern de Prohens le necesita porque está en minoría y acaba de romper con Vox, pero desde Palma siguen poniéndose de perfil y, con buen criterio y una más que justificada prudencia, no se les ocurre meterse en el avispero de Formentera. Ni siquiera para apoyar explícitamente al PP de la isla y la gestión de sus dirigentes.
Esperemos que este acuerdo sea de verdad el inicio del fin de la crisis y que el nuevo año arranque con la esperada recuperación de la gobernabilidad de Formentera. No bastará con el relevo en la presidencia, Sa Unió deberá mostrar cintura política y gobernar con mano izquierda durante los dos años y medio que quedan de mandato, pues su situación en minoría le obligará a pactar con los partidos de la oposición si no quiere depender del voto de Córdoba y volver a la parálisis. Nada hace pensar que Córdoba, aunque pierda la presidencia, vaya a renunciar a su acta de conseller, y seguirá también como diputado del Parlament balear, dos escenarios en los que tratará de condicionar decisiones y vender caro su voto, con ese afán de protagonismo que le caracteriza, en lugar de actuar con un mínimo sentido de la dignidad, seguir el camino de Alcaraz y admitir su rotundo fracaso político. Sea como sea, las turbulencias políticas seguirán marcando probablemente el resto del mandato en el Consell de Formentera.
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