Opinión | Para empezar

Zumo de un pasado turbulento

Una vez más, un titular ajeno viene en mi ayuda para rellenar este privilegiado espacio. Esta vez, Juana Escudero, especialista en derechos de autor, opinó hace unos días sobre las limitaciones de la Inteligencia Artificial como generadora de textos afirmando que «solo se le puede pedir que te haga zumo del pasado».

Me declaro enamorada de la expresión «zumo del pasado» por lo menos para lo que queda de mes, que los amores eternos no son lo mío. Y es que, si lo piensan bien, todas las decisiones que tomamos en nuestro día a día, todo lo que decimos y todo lo que soñamos, no es más que eso: un mejunje macerado de cosas ya ocurridas. Igual estamos predestinados a repetir conflictos y entusiasmos porque no podemos evitar utilizar lo que ya conocemos. O al revés, no hay dos días iguales porque, con tantos ingredientes a nuestra disposición, sobre todo cuando ya llevas unos cuantos años vividos, la probabilidad de acabar mezclando los mismos componentes en la misma proporción y que salga el mismo zumo, es la misma que la de acertar el número de la lotería esa de los niños y la Doña Manolita.

Dándole vueltas al tema mientras planchaba, patinando entre el determinismo y el libre albedrío, probé a escribir la frase de mis amores en San Google y la cosa mejoró hasta límites insospechados: resulta que un grupo de rock español que se llama Coz, surgido en los 70 y al parecer todavía en activo, publicó hace años una canción con el título ‘Zumo de pasado turbulento’ con una letra un poco moñas sobre amores no superados.

Cuando unos roqueros y unos informáticos coinciden, es el momento de tomar decisiones importantes: a partir de hoy mismo pienso abandonar la lectura nocturna y dedicar ese rato en la cama antes de dormir a buscar en mis acciones diarias algún rastro de mis pasados, los turbulentos y los no tanto, para ver si, con suerte, soy tan previsible que puedo empezar a utilizar la Inteligencia Artificial para que dirija mi vida, de zumo en zumo, y así poder dedicarme, con profusión, a no pensar en nada.

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