Las vacaciones, mejor en invierno

El tránsito que hacemos en Ibiza del verano al invierno es distinto al de otros lugares. Me río cuando los medios de comunicación hablan de los problemas que el personal tiene en la rentrée, tras las vacaciones, por aquello de la rutina, usar de nuevo el despertador, volver al tajo, comer sin sobremesa y tener prohibida la siesta. Me rio porque en Ibiza no se sufre depresión postvacacional, se trabaja mientras dura el verano. Se suda la camiseta, se hace caja para pasar el invierno y se esperan estos días de noviembre y diciembre para, por fin liberados, poner rumbo a la Conchinchina. Porque eso sí, entrado el invierno, a un ibicenco te lo puedes encontrar en Abisinia, Nepal o Nueva Zelanda. A salvo del síndrome postvacacional que afecta a la mayoría de españolitos. Nosotros, a contracorriente, nos alegramos de que por un tiempo se vacíe la isla y lleguen las lluvias. El invierno es nuestro Shangri-La y no necesitamos libros de autoayuda para superar el jodido verano. Nos basta saber que podemos largarnos al quinto pino o, si lo preferimos, sencillamente, descansar, vegetar, no hacer nada de nada.

Y otra gran ventaja que tenemos, si decidimos viajar, es que al regresar nos queda todavía invierno para coger fuelle antes de que, a partir de abril, nos invada la marabunta. Estamos contentos, en fin, de no hacer en verano lo que hace la mayoría, sufrir el incomprensible masoquismo de malvivir los julios y agostos con aglomeraciones, ruidos, sudores, atascos en las carreteras y bañarnos en el masificado caldo de las playas. El verdadero lujo es hacer las vacaciones cuando la gran mayoría trabaja, en invierno. ¿A quién se le ocurre, en pleno agosto, venir aborregado a la isla o, pongo por caso, visitar Santorini o Venecia? Los ibicencos, ya digo, estamos de suerte. Disfrutamos las vacaciones en estos pacíficos días de otoño e inverno. Sin colas y sin agobios. ¡Nos vemos en Tegucigalpa! n