Opinión | Tribuna

No se olviden

Es tan cierto que el tiempo y el olvido van de la mano, como lo es que mientras unos lo temen, otros lo esperan como agua de mayo. Pronto se cumplirá un mes de la terrible DANA que asoló Valencia y si bien los damnificados piden extenuados que no se deje de pensar en ellos y en su desgracia, su presidente seguramente cruza los dedos para que suceda con él y su gestión todo lo contrario y seguir así aferrado a su cargo.

Parece mentira que hayan pasado casi cuatro semanas de aquel 29 de octubre que muchos recordarán para siempre. Y mientras que los vecinos de los pueblos más afectados siguen arremangados limpiando lodo y haciendo balance de daños, Carlos Mazón ha empezado a gestionar las labores de recuperación con una jugada que es toda una declaración de intenciones: adjudicando a dedo 34 millones para reparar depuradoras a empresas ligadas con la corrupción del PP.

Debe sentirse intocable este buen nombre, cuando aún sabiendo que sigue en el foco mediático, se atreve a semejante disparate sin valorar que pueda haber algún tipo de consecuencias. Es complicado intentar ponerse en su pellejo e interpretar cómo es posible que sabiendo que existe un clamor popular y político que pide su dimisión, lejos de intentar al menos aparentar un comportamiento ejemplar, haya decidido coger la calle del medio y seguir a lo suyo.

Supongo que la respuesta más acertada es: primero, porque le vale, y segundo, porque si algo ha demostrado ser es consistente, en su manera de ser y de comportarse, con una carencia absoluta de empatía, sonrojo o autocrítica, que es digna de análisis.

Estos días ha salido a la luz el testimonio de la periodista que compartió mesa y mantel con él en la famosa comida, que lo mantuvo desaparecido durante unas horas críticas, y asegura que «en ningún momento transmitió la sensación de que estaba pasando algo», según recoge el diario El País; y esto, pese a que él mismo reconociera con luz y taquígrafos que era «consciente de lo que sucedía».

Es una constante que se ha mantenido desde entonces: no le hemos visto el más ligero atisbo de conexión o emoción para con la tragedia o con los valencianos. No hubo ni rastro de ellos en Paiporta, cuando un grupo de exaltados les increpó en la visita de los Reyes y el señor Mazón desapareció, mientras don Felipe y doña Letizia decidían quedarse y hablar con los ciudadanos, pese a la tensión del momento.

Tampoco hubo nudo en la garganta ni voz entrecortada en su más de dos horas de intervención en las corts, cuando dio por primera vez explicaciones sobre su negligente gestión en el fatídico día. Y la pasada semana, cuando los monarcas de España volvieron a Valencia, esta vez a Chiva y Utiel, pudimos verlo incómodo y apartado, protegido tras una barrera de escoltas, mientras ellos estrechaban manos y se interesaban por los vecinos.

La reina subrayaba allí ante los medios la importancia de «escuchar, compartir y estar» con ellos y la necesidad de mantener la atención «que tiene que ser constante y no debe nunca decaer». Palabras que seguramente valoraron las víctimas, que según pasan los días ven cómo el interés y la solidaridad van perdiendo intensidad, mientras para ellos sucede todo lo contrario: el alcance y la magnitud de lo sucedido es cada vez más real y permanente.

Pero no hay más que echar un vistazo a los titulares y a las redes sociales para comprobar que de la tragedia, lo que más suena ahora mismo son la crispación y el enfrentamiento político derivado de la misma, aunque haya honrosas excepciones.

No es de extrañar que Mazón siga confiando en que mientras siga aguantando el tipo y con la Navidad a la vuela de la esquina, lo mismo se mantiene en su puesto, que parece ser lo único que le importa. Y las únicas consecuencias para él de la DANA serán las de tener muchos millones para ayudas que repartir entre sus amigotes.

Es repugnante e indecente que sea precisamente él el encargado de gestionar y organizar la reconstrucción de una catástrofe que contribuyó a magnificar debido a su incompetencia y sobre todo a su indolencia.

No se olviden de los valencianos, porque la pesadilla que viven está lejos de resolverse, pero también es importante no dejar de repetir que merecen, y sobre todo necesitan, otro presidente, uno en el que puedan confiar para reconstruir sus vidas y sus pueblos.

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