No hemos salido tan mal

Hace unos días me metieron en un nuevo grupo de Whatsapp. Odio los grupos, los tengo todos silenciados. Pero este me pilló por sorpresa y la verdad, me hizo ilusión. El nombre era ‘Ciudad Jardín (promoción buena)’. Es un grupo con antiguos compañeros del colegio. Promoción 1988-1995. ¡No ha llovido! En este tiempo, he mantenido el contacto con las que eran mis amigas más cercanas. Aún nos tomamos algún café que otro cuando voy de escapada a Cartagena, nos felicitamos los cumpleaños y conocemos a nuestras respectivas parejas e hijos. Pero de la mayoría de mis compañeros de la EGB (y éramos cerca de cuarenta) hacía ya 30 años que no sabía nada.

Hemos enviando fotos de nuestra cuarentena, presentando a nuestras familias y poniéndonos al día. Hay profesoras, médicos, policías, trabajadores de la hostelería... Como comentaba alguno: «No hemos salido tan mal».

Los recuerdos me han hecho transportarme a mi niñez. Aquella etapa en la que cada día lo compartía con ellos. Época de sueños, de nuevas experiencias, de superar retos y de que todo, hasta lo más insignificante, importara mucho.

Los amigos del colegio son clave para el desarrollo infantil. La personalidad, la forma de afrontar los problemas, la autoestima y otros muchos valores se desarrollan en los 11 primeros años de vida de un niño. Es importante con quiénes te toca compartirlos. Y yo tuve suerte. Ojalá mi hijo también la tenga.

Éramos una promoción buena. Vivíamos sin móvil, jugábamos en la calle y a pesar de nuestras travesuras, teníamos educación y respetábamos a los profesores (y a nuestros padres también).

Creo que la época que nos tocó vivir también ayudó. Algunos amigos profesores me comentan estos días, previos a poner las notas del primer trimestre, que temen más a los padres que a sus hijos. Que si mi hijo se merece más. Que si no te adaptas a su forma de trabajar... Le exigen al profesor en lugar de exigirles a sus hijos. Algunos padres deberían recordar ese respeto que merece el profesor, hablar con él e intentar entender en qué falla su hijo para ayudarle. Los tiempos cambian, la educación también, pero no salimos tan mal. No creo que haya que perder ese respeto.

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