Opinión | Tribuna
Que no llevo maquillaje...
Quim Dorca, que es uno de los cerebros de DEVIR, especialista en juegos de mesa y, por extensión, conocedor a fondo de todo lo que se cuece en el universo del juguete, nos proporciona unas reflexiones interesantes sobre el cambio de paradigma que se está viviendo en ese mundo. «Hace tiempo», dice «que el mercado del juguete sufre el descenso demográfico y la competencia de las pantallas, pero lo que no podíamos anticipar es que las niñas abandonen el juguete mucho antes que los niños». Es decir, menos natalidad, más reclamos fuera del ámbito del juego tradicional y, sobre todo, niñas que “saltan, prepúberes, al mundo del ‘beauty care’, la imagen personal y las redes sociales”. Es decir, deciden maquillarse muy jóvenes, muy pequeñas, para ser precisos. Hemos pasado del maquillaje de la Señorita Pepis (un reducto de generaciones pasadas que todavía existe) a lo que se conoce como “cosmeticorexia” o adicción desmedida a la práctica del ‘skincare’, la rutina del tratamiento de la piel.
No nos engañemos. Hace años que existen productos pensados para que las más pequeñas se maquillen. Aun ahora, con un vistazo apresurado a las webs de juguetes (lo repito: juguetes) podemos encontrar auténticos tocadores que se presentan como “el kit que es el conjunto completo de maquillaje cosmético de belleza que su princesita se merece”. El set “permite a los niños” (aquí funciona, mira por dónde, un lenguaje inclusivo) “explorar moda y belleza de forma segura”. Es decir: hace tiempo que la industria promociona estos reclamos que hasta ahora han funcionado como juegos simbólicos, con una notable carga machista, por supuesto. Y con una diferencia cualitativa en relación a lo que ahora estamos viendo. La imitación permanecía en el ámbito doméstico o, a lo sumo, en el del entorno más inmediato.
Ahora no. Ahora, de lo que se trata es de esparcirlo por doquier. Me adentro en este fenómeno y, efectivamente, compruebo que hay una ola de chicas (¡de niñas!), a partir de los 7 u 8 años, que visitan establecimientos de perfumería para –al menos– remover y, si pueden, comprar (o hacer que se los compren) productos diversos para maquillarse. Incluso tienen un calificativo, ‘Sephora kids’, y se deleitan por determinadas marcas, como e.l.f. o Drunk Elephant, que son las que están más de moda. La diferencia abismal entre el kit de juguete y la cosmética adulta se establece tanto por el acceso a polvos, cremas y pintalabios digamos profesionales como por la exhibición en las redes, sobre todo en TikTok. Es decir: hemos pasado del tocador que traían los Reyes Magos al espejo de la habitación de sus padres. Y de las fiestas de pijamas al escaparate social.
Hay una noticia que me ha desquiciado. La cadena sueca Apotek Hjärtat, la mayor de las parafarmacias del país, ha prohibido la venta de productos antienvejecimiento a los menores de 15 años. Esto significa que, hasta ahora, había criaturas que las adquirían. Ya me parece muy animal que las de 15 tengan miedo a ser viejas, pero ¿y las más pequeñas? “Y mi aspecto externo es demasiado vulgar...”, cantaba Mecano.
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