Opinión | Tribuna

Un pequeño rayo de esperanza

Una de las escenas más bonitas que nos ha dejado esta infausta y ordinaria semana es la de la madre de Carolina Marín llorando emocionada mientras su hija recibía el premio Princesa de Asturias del Deporte. Esas lágrimas resumen tanto sacrificio y esfuerzo que no podemos ni imaginarlo. La cantidad de madrugones, de cumpleaños a los que no habrá podido asistir, de viajes y desplazamientos, de dolores y lesiones, de planes pospuestos…

Esa madre orgullosa y con la cara llena de churretes es plena felicidad, porque en este caso el trabajo ha valido la pena y tiene su recompensa. Años y años persiguiendo un sueño que al final se ha cumplido. Doy por hecho que todos queremos lo mejor para nuestros hijos, que aspiramos a que, como poco, sean buenas personas y puedan ganarse la vida, y que ponemos todo nuestro esfuerzo en acompañarlos, guiarlos y estar a su lado cuando nos necesitan, pero reconozcan que, a pesar de tanto, no siempre sale bien.

Educar es muy complicado, mucho, y nadie que no tenga hijos va a entender cómo es posible mantener el equilibrio de querer tanto como para ser en otros sin por ello ser menos tú. Porque eso son los hijos, renuncias, muchas, pero también mucho por recibir y disfrutar.

En esta semana, como he dicho, sonrojante y a ratos hasta cómica, hemos descubierto también que hay quien no viene bien educado de casa y va a necesitar, siendo ya bien talludito, un curso que le enseñe a no usar su puesto público como una herramienta con la que abusar de quienes tiene a su cargo. ‘Nene malo, no se pega’.

Aun así, me ha parecido horrible la persecución al padre del supongo pronto encausado por abusos, como si ese progenitor tuviera las claves o la culpa de lo que haya podido hacer su crecido retoño. Y horrible también que la presunción de inocencia no cubra a quienes despreciamos.

Supongo que una de las grandes diferencias, más allá de las lecciones morales y éticas heredadas (indispensables), es la valoración del esfuerzo. No tengo en muy alta estima el sistema de progreso en política, porque en la mayoría de los casos consiste más que nada en estar en el momento adecuado y ser capaz de tener muchas tragaderas. Tampoco sé en qué momento hemos asumido que quienes nos gobiernan no tengan la mínima formación, educación o moral y que vivan con otros referentes éticos y legales distintos de los que pretenden imponernos a los demás.

Por eso me alegro tanto de que haya quien, sin victimizarse por ser mujer, sin pretender prebendas, sudando cada pequeño ascenso, siga certificando que lo bueno se gana con esfuerzo y entrega. Y me alegro, sobre todo, porque nos da una pequeña esperanza a los que queremos educar en esa convicción.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents