Opinión | Tribuna
El viaje a ninguna parte
Cada vez que leo una noticia relacionada con el calvario que sufren, desde hace ya más de tres años, los vecinos del bloque A de los apartamentos Don Pepe, en es Codolar, me viene a la memoria ‘El viaje a ninguna parte’, esa hermosa película de Fernando Fernán Gómez, basada en su novela homónima.
No tanto porque el argumento del film albergue relación con el asunto –aunque en cierta manera sí la tienen algunas de las penurias que padecen los personajes de esa compañía teatral ambulante que malvive transitando de un pueblo a otro por la España de la posguerra–, sino por el concepto circular contenido en el título. Es decir, al hecho de emprender un largo recorrido para acabar finalmente en el punto de partida, sin haber avanzado un solo paso.
La paciencia del ser humano puede llegar a ser extraordinaria, pero tiene un límite y resulta del todo comprensible que dos vecinas desalojadas, hartas ya de la pesadilla burocrática en la que se hallan inmersas, se saltaran la orden de precinto y convocaran al alcalde de Sant Josep, Vicent Roig, cuando los policías locales que habían acudido al sonar las alarmas les ordenaron salir otra vez de sus hogares. Hay que recordar que algunos afectados siguen pagando una hipoteca por sus pisos vacíos y soportando como extra el peso de un alquiler, dado que las ayudas con que pretende compensarles la Administración no cubren el coste real que impone el mercado ibicenco de la vivienda.
El alcalde se personó en el lugar y pudo comprobar por sí mismo que, al menos aparentemente, ninguna de las viviendas de estas dos mujeres situadas en el bajo y en la quinta planta, respectivamente, daba la sensación de estar en ruinas ni a punto de desmoronarse, tal y como reconoció él mismo ante los medios de comunicación, una vez salió del edificio, aunque subrayando que él no es un técnico en la materia.
Las vecinas, no obstante, le arrancaron el compromiso de revisar la declaración de ruina y solicitar otro estudio externo sobre la situación en que se encuentra la estructura. Cabe recordar que cuando el Ayuntamiento de Sant Josep, en la anterior legislatura, declaró la ruina del edificio, los vecinos contraatacaron con un informe extenso y contundente –rubricado por un doctor ingeniero en estructuras y especialista en restauración, una doctora arquitecta e ingeniera en edificación, y una arquitecta técnica–, que afirmaba que el edificio no sufre aluminosis, que no existe riesgo de colapso y que las deficiencias se pueden arreglar con una inversión aproximada de 400.000 euros, que es una cifra muy inferior a los cálculos millonarios que manejaba el consistorio.
Cuando saltó la alarma por el hundimiento de un forjado en una habitación de uno de los apartamentos del Bloque A, en el verano de 2021, ejercía como alcalde Josep Marí Ribas, Agustinet, que luego fue nombrado conseller balear de Vivienda, quedando el dilema en manos de su sucesor y miembro del mismo partido, Ángel Luis Guerrero. Al final, el anterior equipo del Govern balear proporcionó una supuesta solución a los vecinos, que consistía en indemnizarles por sus viviendas, tanto a ellos como a los del bloque B que aún siguen allí, en base a la recuperación del espacio para el Parque Natural de ses Salines, y construir una nueva promoción para ellos, cerca del centro de Sant Jordi.
El proyecto, sin embargo, tenía unos cuantos flecos en cuanto a su legalidad y viabilidad burocrática y, una vez superadas las elecciones, acabó cayendo por su propio peso y sumiendo a los vecinos en una incertidumbre aún mayor porque no se les proporcionaron alternativas claras, rápidas y contundentes. Ahora, los afectados andaban esperando respuesta a una petición hecha por su abogado, consistente en reclamar la legalización de ambos inmuebles con el objetivo de recibir la licencia necesaria para acometer las obras de rehabilitación que se requieren, que hasta ahora se les denegaba. Sostiene el letrado que los Don Pepe pueden acogerse a la amnistía urbanística incluida en el decreto de simplificación administrativa que recientemente ha aprobado el Parlament.
De momento, los vecinos siguen a la espera de respuesta sobre esta petición y otras cuestiones, y lamentan que la información por parte del Govern balear les llegue con cuentagotas, en lugar de fluir con regularidad. Veremos cómo y cuándo acaba esta historia, pero, por las impresiones sobre el edificio manifestadas por el alcalde y las nuevas opciones de legalización que se abren, da la impresión de que los residentes en los Don Pepe, al igual que los cómicos de la película de Fernán Gómez, acabarán haciendo un viaje surrealista, que en su caso los devolverá a la casilla de salida. Sólo cabe exigir a los políticos que se lo aligeren todo lo posible y pongan más medios para que el tiempo no vuelva a correr en balde.
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