Opinión
Muerto el perro...
En las películas del Oeste de mi infancia cuando John Wayne, pongo por caso, mataba a Caballo Loco, los indios se quedaban sin jefe y dejaban de combatir, se dispersaban y regresaban -los que podían- a su campamento, a la espera de ser aniquilados por el Séptimo de Caballería. Y lo mismo les pasaba a las tribus bárbaras antes de que acabaran subiéndose a las barbas del Imperio Romano. Sin jefe no había batalla. Incluso los mongoles se retiraron de suelo europeo cuando les llegó la noticia del fallecimiento de Gengis Khan en Ulan Bator. Muerto el perro, se acabó la rabia. Así daba gusto guerrear.
Esto ha cambiado hoy, como vemos en Oriente Medio. Israel no para de asesinar a los jefes enemigos sin que estos, los enemigos, se den por aludidos. Parece que no se enteran de que deberían dejar de luchar. Primero mató en el aeropuerto de Bagdad al general iraní Qassem Soleimani, ideólogo y carismático jefe de la milicia Al-Qods, que dirigía y coordinaba a todo el conglomerado de peones que Teherán mueve en contra de Israel a lo largo y ancho de todo Oriente Medio, aunque en este caso encargó del asunto a un misil norteamericano.
Luego Israel asesinó en Teherán a Ismael Haniya, líder de Hamás cuando esté grupo cometió los salvajes ataques terroristas del 7 de octubre de 2023, en los que murieron más civiles judíos que nunca desde el mismo Holocausto. Más que en las guerras de 1967 y 1973 juntas. Lo de Haniye fue un atentado espectacular, porque saltó por los aires con una bomba puesta (¿meses antes?) en el apartamento oficial que ocupaba cuando asistía como invitado a la toma de posesión del presidente iraní Pezeshkian, que quedó así también convenientemente humillado. Tampoco tras su muerte dejó Hamás de luchar y eso que en Gaza llevan la monstruosidad de 143.000 muertos y cien mil heridos, muchos mujeres y niños, sino que eligió a un jefe más duro en la persona de Yahia Sinwar, al que Israel puso inmediatamente en su punto de mira.
Entretanto, como los de Hizbulá se habían puesto a molestar desde Líbano en solidaridad con la lucha de Hamás en Gaza, Israel les dedicó su atención matando primero a su segundo jefe, Saleh al Arouri, y lanzando luego una espectacular operación de inteligencia que hizo estallar los buscas que utilizaban sus mandos intermedios, con resultado de muchos muertos y cientos de mancos y heridos. Israel culminó luego la faena bombardeando en Beirut la casa ocupada por su líder Hasán Nasralá, que falleció bajo los escombros. Tampoco eso detuvo la guerra de Hizbolá, pues continúa el cruce de misiles por encima de la cabeza de los soldados de UNIFIL y ya se contabilizan 2.400 libaneses muertos en el último mes y muchos más heridos. A este paso, van a dejar Líbano tan planchado como Gaza. En respuesta, un dron de Hizbolá se estrelló contra la vivienda particular de Netanyahu en Cesárea, cuando ni él ni su esposa la ocupaban. Es lo del ojo por ojo bíblico.
Ya puesto, Israel también mató en combate al sanguinario jefe de Hamás. Sinwar murió luchando y, ya herido, se le ve arrojando un madero contra el dron que le localizaba, en una escena que ha enardecido a sus partidarios, no solo en Gaza sino también en la Cisjordania ocupada donde, por cierto, ya hay unos 800 palestinos muertos y 10.000 detenidos en el último año. Su muerte (“martirio’, dicen ellos) pudo ser una oportunidad para avanzar en las conversaciones que facilitaran la liberación de los rehenes israelís y un alto el fuego en Gaza y también en Líbano, pues ambos están relacionados. Desgraciadamente no ha sido así, sino que se ha traducido en un recrudecimiento de los combates, pues ahora los israelís no tienen con quién negociar y además Netanyahu ha dicho que “nada nos detendrá, continuaremos hasta la victoria”, mientras Hamás busca otro líder. Sorprende que no faltan los voluntarios para un trabajo con la muerte garantizada a corto plazo.
Y todo eso, mientras esperamos la respuesta israelí al último ataque con misiles desde Irán, que se producirá en cualquier momento. Nada de esto favorece a Kamala Harris mientras puede beneficiar a Donald Trump como líder fuerte partidario de dejar a Israel “terminar su trabajo”. ¡Como si los israelíes necesitaran permisos!
Todo era más fácil en el viejo Oeste americano.
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