Opinión | Para empezar
Basta con no ser un capullo
Suele suceder que quien exhibe una mayor pureza ideológica, el que señala a los tibios, el que se pone a sí mismo como ejemplo salvífico y señala a los que se desvían del camino de la recta vía, luego tiene el armario lleno de cadáveres. Lo vemos a un lado y a otro. El pesado que da la turra con su puñetera banderita y te la exhibe y te la restriega por la cara, ese es un defraudador fiscal mínimo, y hay cero dudas de que vendería a su amada patria no por un plato, sino por una simple cucharada de lentejas. Y hemos visto también que periodistas y políticos, todos hombres impecables comprometidos con el feminismo, torquemadas que reclaman la cancelación de tal o cual por una palabra fuera de contexto, que se llenan la boca con palabras nobles y ampulosas, y que luego en su vida personal se comportan como auténticos psicópatas.
Lo personal es político, pero no estamos hechos de una pieza y dentro de cada uno habitan contradicciones. Claro que, en ocasiones, las contradicciones suponen un abismo tan insalvable, que lo mejor que puede hacer uno es largarse. Ayer mismo volví a escuchar las declaraciones que hizo Íñigo Errejón tras la polémica protagonizada por el expresidente de la Federación Española de Futbol, Luis Rubiales, y pensé que cómo de disociada debe estar tu cabeza para criticar y denunciar aquello que haces de manera cotidiana en tu vida privada.
Cuando un hombre se llena la boca hablando de feminismo y se pone como ejemplo de masculinidad impecable, inmediatamente desconfío. Aquí nadie está para dar lecciones de nada, y yo menos. Lo mejor es callar, intentar no hacer el ridículo y, en la medida de nuestras posibilidades, aprender e intentar cambiar a mejor. Es un trabajo personal que se hace sin aspavientos.
A día de hoy, en que solo me queda la fe en cuatro cosas básicas —los derechos humanos, la necesidad de lo público, la igualdad de oportunidades— creo que el acto más revolucionario de militancia política es, simplemente, intentar ser buena persona. Basta, sencillamente, con no comportarse como un capullo. Hasta donde alcanzan las contradicciones, lo personal es político, y ya con eso me conformo.
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