Opinión | Tribuna

Una sonrisa vale másque mil ‘fakes’

Teniendo en cuenta que todos venimos de algún sitio, las personas que tienen miedo de los inmigrantes me parecen muy ignorantes

Tenemos muchos referentes machistas y racistas en nuestro mundo. Jean-Marie Le Pen, Abascal, Sílvia Orriols ... ¡Y luego está Donald Trump! Ese señor naranja que se mete con el color de piel de una mujer afroamericana sobradamente preparada. Cómo una simple sonrisa puede acabar con el peor de los malignos. Para desmontar a Trump no hacían falta ni más fake news, ni testimonios de mujeres abusadas por él, ni un millón de juicios por corrupción. Una sonrisa y una carcajada estilo Harris todo lo puede. Qué gusto da ver a una mujer reír sin vergüenza y hacia afuera. Porque sí, aunque sea penoso, injusto y vergonzoso, lo de Donald Trump es de chiste. Dijo que los inmigrantes haitianos de Springfield se comen a las mascotas de sus vecinos… Y claro, después de comerse a sus mascotas nos comerán a nosotros.

Teniendo en cuenta que todos venimos de algún sitio, las personas que tienen miedo de los inmigrantes me parecen muy ignorantes. Pero en EEUU, donde nadie lleva allí (aparte de los cuatro indios nativos que quedan) más de 300 años, me parece de un narcisismo descomunal. Esa manía que tiene la ultraderecha de defender su territorio creyéndose que realmente es suyo. Yo misma, que soy catalana de nacimiento, tengo unos antepasados italianos, que vinieron hace años buscando una vida mejor. Llegaron en barco, porque dicen mis familiares que eran marineros, pero estoy convencida de que eran esclavistas. Pero, por suerte, el bonito pueblo de Vilassar de Mar los acogió y aquí estoy yo, agradecida con mis genes italianos viviendo aquí. No me creo ni me consideré nunca mejor persona solo por haber nacido en Barcelona. Y espero que, si llega alguien de fuera de nuestras fronteras, sea acogido como los fueron nuestros ancestros en épocas de guerras y precariedad. Tenemos ejemplos tristes, como el del alcalde de Tossa de Mar, que consideró que acoger a 200 inmigrantes no era bueno para el turismo. Con lo fácil y bonito que hubiera sido decir que Tossa es un pueblo de acogida. Pero no, el señor tuvo que soltar su perlita racista. Yo solo espero que si Trump o el alcalde Martí Pujals Castelló tienen que emigrar algún día, se encuentren a ellos mismos al otro lado y luego a una mujer con una bonita sonrisa ofreciéndoles una manta y un plato de sopa.

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