Opinión | Tribuna
La antiguía de Ibiza
A lo largo de mi vida profesional he escrito varias guías de Ibiza y Formentera por encargo de distintas editoriales e incluso he llegado a coeditar una propia, de la que se llegaron a publicar varias ediciones ampliadas y actualizadas. En su momento, disfruté intensamente del trabajo de redactarlas y no podía imaginar nada más inspirador que escribir de la propia tierra, describiéndola como un lugar único y maravilloso.
Si en la actualidad, dado el estado general en que se encuentra la isla desde múltiples puntos de vista, me viera en la tesitura de escribir otra nueva, donde tuviese que definir la isla como un paraíso de la naturaleza, el ocio, la gastronomía, la cultura y el patrimonio, me parecería un alarde excesivo de cinismo y atentaría contra la mucha o poca credibilidad que uno se haya podido granjear a lo largo del camino. En definitiva, no tendría ni las ganas ni la convicción necesarias para llevar a cabo el proyecto. Una guía tiene que exudar admiración por el territorio y las posibilidades que ofrece la industria local de servicios, y ese sentimiento hace ya algunos años que flaquea.
Últimamente, en las redes sociales, cuando alguien critica cualquier aspecto de la isla, incluso de una forma objetiva, surgen numerosos comentarios acusando al autor de la reflexión de ser una persona negativa y no centrarse en las cosas buenas. Es una corriente de pensamiento que desconozco si ha brotado de manera espontánea o está siendo forzada por determinados intereses, aunque imagino que de todo habrá –en determinados segmentos, por ejemplo, es evidente que hay una organización detrás–. Las consecuencias, en todo caso, son siempre las mismas: proyectar una sombra peyorativa y de prejuicio sobre aquellos que no están conformes con la realidad actual y lo manifiestan.
De tener que escribir una guía, ¿cómo podría recomendar o hablar en positivo de lugares o experiencias que en el pasado describí cómo fantásticas? ¿Cómo citar, por ejemplo, la posibilidad de acudir a Cala d’Hort a contemplar la puesta de sol? ¿O alquilar una lancha y fondear frente a la playa de ses Illetes? Ambos lugares constituyen hoy un hormiguero infame y hasta el turismo de mayor poder adquisitivo, como el que navega hasta Formentera a pasar un día de playa, sufre las consecuencias de la saturación.
Incluso hacer noche a bordo en algunas calas más o menos recónditas del norte de Ibiza, antaño un prodigio de tranquilidad, implica el riesgo de encontrarse con otras embarcaciones tripuladas por fiesteros que no guardan el menor respeto, pasando la noche gritando y con la música a todo trapo, y la mañana haciendo el cabra con las motos acuáticas. Así les ha ocurrido a unos amigos en un lugar tan idílico como es Canaret. Porque no sólo ha cambiado Ibiza, sino el tipo de gente que atrae, con una educación tan escasa como opuesta a la que tenían quienes venían antes. Antiguamente, el turismo de desfase se concentraba en reductos muy específicos y fácilmente evitables, pero desde que hay fiesta por todas partes, en barcos, playas, villas y hasta hoteles rurales, las probabilidades de que te toque la china son extraordinariamente elevadas.
¿Cómo recomendar ese restaurante de es Jondal antaño regentado por gente de la isla, donde preparaban unas paellas deliciosas, si ahora se ha convertido en un mega restaurante de lujo donde sólo les falta cobrarte por respirar? Porque ese es el siguiente nivel de Ibiza, cualquier día comenzarán a cobrarnos por el espacio ocupado como si fuera un servicio añadido. En algunos lugares, aunque sea de manera indirecta, ya lo hacen.
De tener que escribir un libro turístico sobre Ibiza sería la antiguía; es decir, que dedicaría más espacio a los sitios donde no hay que ir que a los que sí. Y los lugares recomendados sólo podrían ser aquellos que aún frecuentamos los residentes. Allí donde pides un arroz de calidad y te cobran en proporción a lo que te sirven, donde puedes tomar una tapa de frita de pulpo por un precio módico o ese rincón de costa aún ignorado por el rebaño de instagramers.
Sin embargo, esos últimos reductos sólo podemos silenciarlos y cruzar los dedos para que no se pongan de moda y acaben siendo también engullidos por esta insaciable plaga de termitas que circula por Ibiza. Hoy, quien de verdad quiere nuestra tierra, difícilmente podría escribir una guía en positivo. De hecho, se escribe alguna nueva todos los años, tanto digitales como en papel, y no he visto una sola de las recientes que transmita el menor afecto por la isla y los isleños. Se vende una Ibiza de usar y tirar, un destino kleenex, por muy de lujo que sea. Mientras siga de moda atraerá viajeros a mansalva, pero afronta el serio peligro de morir de éxito. Pero callemos y seamos positivos.
@xescuprats
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